La niña del bosque (Parte 1)

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Nunca imagino Alfred, encontrarse con la muerte en la alquilada casa de campo, esta se encontraba ubicada a las orillas de un bosque muy espeso, con gruesos arboles sombríos que daban una especie de ansiedad, y pánico cuando se pasaba cerca.

Había vivido en California durante mucho tiempo, pero debido a la enfermedad de su madre, Alfred se la llevo a vivir a un lugar invernal a las montañas de Bacury. Según los médicos así se curaría mejor y más rápido, ya que no le recetaron ningún tipo de medicamento. Fue lo más recomendable la casa de campo, que encontró anunciada en el periódico de la región. “Se renta amplia casa, tres recamaras y una cocina integral y cuatro hectáreas de jardín a la redonda”.

Alfred que tenía veinte años y una gran pasión por la naturaleza, le brillaron los ojos cuando supo que se mudarían al campo. Era su sueño favorito desde mucho tiempo atrás. Pensó que ahí pasaría los momentos más felices de su vida, pero no fue así, algo horriblemente aterrador le esperaba ya en el siniestro bosque, donde pasaría a diario, para ir al trabajo que había conseguido unos días antes de mudarse.

Llegada la víspera ambos estaban muy ansiosos por conocer su nuevo hogar, que solo habían visto por fotografía. Prefirieron no conocer la casa, según ellos, para hacerla más de emoción, pues lo habían dejado como una sorpresa, al final del largo viaje que tenían que hacer.

Alfred con sus ojillos resplandecientes de emoción, en todo lo que él trayecto duró, se la paso contemplando los hermosos arboles verdosos y la parsimoniosa lluvia que caía, dejando escucharse el ruido que producía, al chocar contra las ventanas del camión de mudanza. Aquella carretera tapizada de guijarros azules de río, amurallada de árboles a izquierda y derecha, se conservaba en muy buen estado. Y todo fue muy hermoso, pero cuando llegaron a la zona final del bosque, se intensifico el frío y como pequeños tornados rugían en el centro de la maleza. Sin embargo no le hicieron caso, creyendo que solo se trataban de rachas de aire azotando las ramas de las gigantescas caobas.

Una vez llegados a las afueras de la casa, como dos recién casados, entraron con las manos sobre el rostro, para darle más emoción a la escena caminaron lentamente y estando adentro se descubrieron los ojos y rompieron en gritos de alegría. La casa estaba realmente limpia, podía verse una mesa de caoba habitando el centro de la amplia sala, donde se encontraba un jarrón antiguo con símbolos en hebreo, una lámpara de bronce pendiendo del techo y solo en la habitación principal, se encontraba una pequeña caja de madera con la fotografía de una niña cercenada de pies, cabeza y manos. Alfred lo agarro pero enseguida lo dejo caer asustado.

-¿Qué te pasa Alfred? ¿Por qué tiemblas?-pregunto la madre sorprendida por la reacción de su querido hijo

Alfred que siempre había mostrado nervios de acero enmudeció, más rápidamente recobro la cordura porque sabía que su madre estaba débil y no debía preocuparse, para la pronta recuperación de su enfermedad. Así que recogió la espeluznante caja y  lo arrojo al basurero. Pero en su interior se había sembrado el terror. Pues el contacto con la caja le produjo una corriente fría que recorrió todo su cuerpo. Una sensación extraña se había apoderado de su ser y desde ese momento no volvió a ser el mismo.

Pasaron tres días y llegada la noche empezó a despertarse de unas horribles pesadillas que le torturaban hasta el alma. Sabía que algo maligno habitaba la casa. Sin embargo no le conto nada a su madre. Y cuando llego el día de ir a trabajar, subió a su bicicleta y ya en el camino volvió a sentirse vivo, respirando aquel aire puro que reinaba entre los árboles. Ese día le fue muy bien, conoció a sus jefes y compañeros de trabajo de la empresa.

Al término de la jornada laboral regreso a casa  y encontró a su madre en el patio, sentada en un negro taburete, como ya la noche se adentraba ennegreciendo todo a su paso, la luz yacía encendida y pudo ver la perfecta sonrisa de su madre que con los brazos extendidos lo esperaba.

-Como te fue en tu primer día de trabajo-pregunto mirándolo dulcemente a los ojos

-Muy bien mamá. Es el mejor día de mi vida- dijo, tratando de ocultar su verdadera angustia a algo que no sabía si era real o ficticia

-Qué bueno hijo, porque no quiero ser una carga para ti…

-Mamá no vuelvas a decir eso, tu sabes cómo me encanta la idea de vivir en el campo….

-Lose-interrumpió la madre bajando la mirada-la cena está lista-dijo, alzando el rostro

Los dos se fueron a cenar y durante la cual platicaron, sonrieron y se contaron chistes como una familia normal. Sin embargo Alfred en su interior seguía con esa incertidumbre a algo que se iba apoderando de su cuerpo, de su alma. No tenía ganas de dormir y no es que no tuviese cansado, sino porque sentía  horror a las pesadillas que la acosaban durante sus sueños. En ellas miraba la silueta de una niña vestida de blanco, que subía en su pecho como jugando al caballito. Nunca pudo verle el rostro que siempre llevaba cubierto por sus cabellos desparramados que despedían un olor maldito, indescriptible. Pero si los brazos mutilados y su ropa ensangrentada y una voz ahuecada, siniestra que le hacían pedir auxilio, más nadie lo escuchaba en su terrible desesperación…


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