El trágico final de Samuel (parte 6 de 6)

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imponente vehículo. Se montó encima, primero sin despegar los pies del suelo. Empezó
a acelerar un poco girando uno de los extremos del manillar como había visto hacer a
los otros, y vio que aquello iba como la seda. Cuando la moto cogió más impulso, quitó
los pies del suelo y los puso en dos barras que la moto tenía a los costados, que él pensó,
servirían para eso.
Aceleró y aceleró, dando vueltas al campo, hasta que ya no pudo acelerar más.
El viento acariciaba firmemente su cara. Un fuego que creció en su estómago, subió por
su pecho hasta que estalló en su cabeza formando mil destellos de colores.
Era la adrenalina, que fluía por su cuerpo como la sangre que corría por sus venas.
Se sentía libre, por primera vez en mucho tiempo. Pensó que quería aprovechar más esa
oportunidad, haciendo algo más que estar dando vueltas alrededor del campo de fútbol.
Se sentía tan bien que pensaba que ese iba a ser el mejor verano de su vida. Pensaba en
Cristina, la chica de clase que le gustaba, y le gustaría que estuviera allí para verle
conducir aquella moto, que la llevaba, pensaba él, como si la hubiera estado llevando
toda la vida.
Miró en dirección a sus amigos, y vio que estaban charlando entre ellos. Llevaban
tiempo sin verse y tendrían muchas cosas que contarse, aunque Carlos miraba de vez en
cuando, para comprobar que la moto estaba bien.
Miró en la otra dirección, y vio la valla abierta, por la que se sale del campo, que estaba
en dirección a las colinas que separaban su pueblo de uno cercano.
Decidió darle toda la velocidad que pudiera a la moto, y salir sin que nadie se diese
cuenta. Corrió todo lo que pudo y, cuando se quiso dar cuenta, estaba fuera del campo, e
iba derecho a la primera ladera.
Carlos miró y vio que Samuel ya no estaba allí, así que se levanto rápidamente y se
puso a correr, siguiendo con la vista el reguero de polvo que iba dejando la motocicleta.
Erika y Jaime le siguieron también.
Samuel creía volar con la moto. Por un momento pensó que era suya, y que todos los
días podía sentir lo que sentía en aquel momento.
Subió hasta lo más alto de la pequeña montaña. Giró la moto y cambió de sentido,
poniéndose de frente a sus amigos, que vio que venían corriendo hacia él.
También se fijó en una roca que estaba a la mitad de la montaña, y pensó que podría
bajar a toda velocidad, saltar sobre la roca y caer junto a sus amigos, para que ellos lo
admirasen por la proeza que acababa de hacer.
Puso los pies encima de las barras y aceleró todo lo que pudo. Bajó muy deprisa, sin
frenar ni una sola vez hasta que alcanzó la piedra.
La recorrió y quedó suspendido en el aire, pero la moto no respondió como él pensaba
que lo haría, que era como lo había visto en las películas de la tele.
La parte de delante le costó controlarla, y sus finos brazos no pudieron hacer la fuerza
necesaria para sostener la moto, y terminó soltándola.
La moto, al pesar más que el, cayó antes, aterrizando con la parte delantera, y se
incrustó en la arena. Samuel calló un par de metros más hacia delante, y tuvo tan mala
suerte que su cabeza chocó contra una roca sobresaliente en la montaña, y su pequeño
cuello se partió, como una rama seca.
Se quedó inmóvil, muriendo en el acto.
7
Ya nunca disfrutaría de ese verano. Ya nunca besaría a Cristina, ni a ninguna otra chica.
Ya no jugaría con su abuela y su madre más en el coche. Ya no aprobaría más exámenes
ni tendría más amigos.
Su vida se esfumó, y su alma se difuminó en el aire, balanceándose entre las nubes.
Cuando llegaron hasta él, sus amigos se quedaron petrificados. Erika se echó las manos
a la cara, tapando su boca, para que sus sollozos fueran lo más silenciosos posibles.
No lo podían creer. Uno de sus mejores amigos, al que no veían desde hacía medio año,
yacía muerto en el suelo.
Acababa de morir, y ellos no podían hacer nada. Todos sus mundos se desmoronaron.
Carlos se acercó para intentar despertarle y vio a su amigo, con los ojos abiertos,
mirando al infinito y una sutil sonrisa en los labios.
Jaime salió corriendo en busca de algún mayor.
Erika se quedó allí, plantada, mirando a su amigo muerto, sin decir una palabra.
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La abuela de Samuel murió a los pocos meses, debido al tremendo golpe que supuso la
muerte de su nieto.
Su madre y su padre se separaron.
Su madre vive sus últimos días en un hospital psiquiátrico, hundida en una enorme
depresión.
Su padre busca el consuelo y el amor que perdió dentro de una botella.
Jaime, Carlos y Erika se siguen reuniendo, cada año en el pueblo, para hacer un
homenaje al amigo que cerraba su círculo. Uno de los mejores amigos que nunca han
tenido, y que murió en el pueblo, una calurosa tarde de verano.


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