Pequeña fábula de terror

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Un profesor de la  UPM  le comenta a un alumno chileno de intercambio:

– Yo tengo muchos amigos en Zaldívar, La Escondida y Lomas Bayas”

A lo que el alumno responde:

– ¿Estás seguro que son tus amigos?

  Pequeña fábula de terror

 

Veinticinco de Octubre de 2006: en una sala de clases de la Universidad Politécnica de Minas de Madrid y, durante una clase de Tecnología de Combustibles -energía no renovable que dentro de cincuenta años te hará preguntar por qué estudiaste el origen de algo que ya no existe-, un enano alcohólico intenta impartir su clase magistral con paupérrima elegancia. En el fondo del salón un extraño chico vestido de negro se levanta de su sitio y camina con paso decidido al frente de la clase gritando.

- Alabado sea el Reino de los cielos…

La clase se paraliza, el tiempo se detiene y el profesor, con la boca sedienta de un vaso de brandy, balbucea que el idiota aquel regrese a su sitio y le deje continuar leyendo textualmente sus transparencias con lindos dibujos de la familia del carbón. Pero el extraño alumno no se calla y continúa de pie junto al estrado.

- En este lugar hay cuarenta y tres personas, de las cuales mañana morirán tres en un accidente de tráfico… Sois libres de iros ahora a vuestras casas. Esta es la definición de “libre albedrío” de vuestro Dios.

- Nostradamus, ¡Quiere hacer el favor de dejarme continuar mi clase!-, responde indignado el pseudo catedrático.

- Muy por el contrario Satanás le daría su propia definición de “libre albedrío” al oído a los tres que van a morir – continúa el alumno haciendo caso omiso – Él les susurraría que se queden en su sitio y no muevan un músculo porque su destino viene de camino. ¡Esa es la gran diferencia, que Dios juega con crueldad y ventaja!

El extraño chico se desmaya y cae al suelo estrepitosamente. Nadie quiere salir a la calle y los paramédicos suben hasta la tercera planta para llevarse el cuerpo del alumno en el suelo. Se hace de noche y todos se van a casa en grupos y a otros les vienen a buscar, paradójicamente, en coche.

Al día siguiente el inepto profesor muere atropellado violentamente en la esquina de la facultad. Las transparencias vuelan como pájaros libres en el aire dibujando cadenas proteicas.

Vemos que Dios también puede equivocarse. ¿O no?


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