La fantasía de los cisnes 2/2

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Todo sucedió muy rápido, pero a Samuel le dio tiempo a preparar incluso un postre. Colocó un mantel con motivos florales, y unas velas aromáticas en la mesa. Él ya estaba listo cuando sonó el timbre. Se aproximó a la puerta, la abrió y allí estaba ella. Preciosa, esbelta, con el pelo suelto.Con unos rasgos finos y dulces, un deleite para la vista como le dijo nada más verla. Sara se acercó y le besó en la mejilla. Fue un beso casi fraternal, ella era muy joven, y él…, él no era consciente de aquel pequeño matiz.

Se sentaron a la mesa, Sara le agradeció el gesto por la invitación, y le felicitó por esa maravillosa degustación, mientras departían de tantos y tantos temas comentados en las cartas. Entrada ya la media noche, le comunicó que se hacía tarde y que debía de enseñarle en vivo, sus habilidades como ilusionista, ya que debía marcharse.

Samuel se fue a una de las habitaciones .Sacó una caja negra, tan alta como el tamaño de una persona, y la llevó al comedor. Sara esperaba algo así. Se sentó en el sofá para disfrutar del espectáculo. Previamente, apartaron la mesa donde comieron hacia un lado, y retiraron las sillas. Samuel regresó de nuevo a la habitación, y en unos segundos ya se encontraba vestido con un nuevo atuendo, un smoking muy elegante, aunque no le abrochara el último botón.

Se dispuso a presentar el espectáculo, como si estuviera en uno de aquellos escenarios, en los que la energía proyectada en la visión de los demás le transmitía valor y esperanza.

Entonces llegó el momento importante de la velada.

-¿Hay algún voluntario para demostrar mis habilidades?, el foco no me deja ver, pero…, quizás usted señorita. Sí?, quiere subir al tablado? Muy bien, por favor ofrézcanle una gran ovación.

Le ofreció la mano como para subir…, Samuel muy metido en su papel, no improvisaba un ápice.

-Y ahora señores…, silencio.

Mostró la caja negra, e hizo comprobar a Sara que no existían un doble fondo, que no había la posibilidad de un fraude.

-Y ahora, la señorita se meterá dentro y yo la haré desaparecer.

Ella lo hizo, se introdujo en la caja. Para terminar, Samuel la cerró con llave y la ocultó bajo una gran sábana de color negro.

De nuevo se sentía feliz, estaba reviviendo su amor por su profesión, por su función. Aunque Samuel, puede que tomara la peor decisión de todas. Sin hablar con ella, pensó que debía quedarse con él a toda costa. Pronunció las palabras mágicas, dio unos cuantos giros a la caja y…

-Y ahora señores, la joven valiente que se prestó voluntaria, habrá desaparecido.-Dijo en voz alta.

Entonces llegó el instante, que todos los presentes esperaban. El ilusionista, tiró de la sábana negra hacia el suelo, y metió la llave en la cerradura. Y efectivamente, nadie se encontraba en su interior. Para su sorpresa Samuel se metió dentro y comprobó lo que no esperaba, que aún funcionaba su magia. Por su cabeza pasaron gran cantidad de sentimientos: alegría, desazón, preocupación…, y la última, decepción. De nuevo se encontraba con la soledad.

Pero no todo concluyó en ese acto, al final del gran cajón oscuro, encontró una pequeña caja. La cogió y salió fuera para ver de qué se trataba. Era como un pequeño cofre infantil, con un espejo incrustado en la tapa. Decidió sentarse en su butaca, puso la caja encima de las piernas y la levantó. En ese preciso instante, la melodía del lago de los cisnes invadió todo el espacio, que rara vez se encontraba en silencio, y en el una diminuta bailarina de danza clásica daba vueltas en círculo, con los pies de puntillas sobre una pequeña plataforma de color rosa.


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