Tu felicidad, mi mayor sueño

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Y entonces, pude notar toda la gravedad sobre mí, sentí como si alguien sujetase mi corazón y cerrase su mano cada vez más y más. Atraído por mis sueños no podía percibir la realidad, a la cual le gusta ser siempre la protagonista de la historia y verdugo de mis sentimientos.

Ahí me hallaba, sujetando el teléfono, leyendo el mensaje… cada palabra una y otra y otra vez, no podía creer lo idiota que había sido.

Me sentía victima y a la vez cómplice de un asesinato. Mi propio asesinato, pues quien lo había propiciado todo era yo. Siempre deseando lo mejor para ella, todo me parecía minúsculo, nada era lo suficientemente bueno. Ansiando su felicidad, bromeando, animándola, escuchándola y regalándome su tiempo, me enamore.  

Pero es una situación delicada pensé.

-¿tú que puedes ofrecerle?- Me pregunté

- Todo. – Respondí

-Tú no tienes nada. - Escupí

Baje la mirada

-Lo sé.

Una lucha interna se preparaba en mi interior, de un bando: mi felicidad, del otro: la suya … reforzada por la realidad. Era una batalla de dos contra uno. El bando más débil lucho ferozmente, ansiaba la victoria, imaginaba volar, que todo era posible, que la tan buscada felicidad era accesible. Entonces, una traición desde el interior, que nadie sospechaba.

Una voz gritó:

-Sabes que tu felicidad no es nada comparada con la suya, preferirías morir antes que verla sufrir. Contigo, ella no será feliz.

Durante unos instantes todo se paró, nada funcionaba. Me encontraba solo conmigo mismo, la peor compañía…

¿El traidor? Ni más ni menos que un servidor.

Comenzó a llover. Las fuerzas desaparecían, solo podía pensar:

-¡Estúpido! ¿Cómo has podido ser tan estúpido?

No conteste.

-Eh tu, idiota, te estoy hablando…

Seguía ahogado en mi silencio.

-¡Te lo dije! lo sabías, no puedes ofrecer nada y ahora que te has dado cuenta ¿De qué ha servido todo esto? ¡No ha servido de nada, igual que tú!

Respire hondo, y grité. Grite tan fuerte, grite tanto… como el amor que sentía por ella. Solté un golpe, un golpe que me alcanzó y derribo, y allí espere, allí espere amargamente…

Los piscis somos gente extraña, o eso dicen los estúpidos horóscopos, en los cuales no creía, pero empezaron a llamarme la atención ya que ella si creía. Ahora pienso, soy piscis.

De pronto, el móvil sonó. Era ella, estaba feliz, no había funcionado me dijo.

Ella quería a otro.

Yo la había empujado a los brazos de otro, buscando lo mejor para ella.

Lo mejor de ella, su sonrisa… derrite el mundo y pará el tiempo con su preciosa sonrisa… cuando sonríe, me alegro de vivir, pues es el sol que ilumina mis más oscuros días

Le pregunté, que había pasado

-No me hacia sonreír como lo haces tú.- Respondió

La miré

-¿Qué te sucede?- Preguntó

-Estoy perdido en un abismo que yo mismo he creado.- Respondí

-¿Qué haces ahí? ¿Es muy oscuro?

Asentí con la cabeza, pues era incapaz de responder.

Ella lo intentó con otra pregunta

-¿no te da miedo la oscuridad? A mí me asusta demasiado.

La miré a los ojos, y una lágrima recorrió mi rostro.

Se acercó, me abrazó y besó mi mejilla. Sentí como su corazón respondía al mío

- Eres tonto. Te odio.

Sonrió y me susurro:

-No me gustaría dejar de sonreír.

Nuestras miradas se cruzaron.

-Se han cambiado las tornas. – le dije

-Tú siempre me has hecho feliz y has luchado por conseguirlo, pero aun hay algo que puedes hacer.

Me besó, y en ese momento me di cuenta de que mi felicidad era su felicidad, si ella era feliz yo era feliz.


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