Centro comercial 3

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No fue ni mucho menos como pensé que sería volver a verle. Hace apenas unos minutos que he regresado a casa y aún estoy atolondrada.

¡Dios! Realmente seguía tan guapo como siempre.

Me hizo una llamada perdida al móvil cuando estuvo abajo. Como siempre. Y yo adrede, dejé el teléfono en mi habitación. No me lo quería llevar. No quería sentir más culpabilidad por no decirle nada a Rubén. Pero sabía que si le decía que quedaba con Pablo, pondría el grito en el cielo y la bronca estaría asegurada. Y yo no quería eso. No quería discutir. Aunque tampoco mentirle. Pero creo que es mejor que no sepa nada. Al menos, por ahora.

Gracias al otoño por hacer que anochezca antes. No quería que nadie me viera. Quería ser como un fantasma. Pasar inadvertida. Parecer invisible. Parecía a punto de cometer un delito. Y en el fondo, una parte de mí, así se sentía.

Al montar en el coche y verle estuve a punto de besarle en los labios. Porque me pareció retroceder en el tiempo y que éste no había pasado. Que Pablo y yo, seguíamos juntos. Pero no era así. Así que, solo hubo un par de besos. Uno en cada mejilla.

- ¿A dónde vamos?- Preguntó con una sonrisa

¿A dónde vamos? pensé. Dónde ir y que nadie me reconozca.

- No lo sé. ¿Te apetece un café u otra cosa?

- Sí. Claro. Pero, ¿dónde?

- No lo sé.

- ¿Qué tal si vamos... ? Espera. Ya sé donde podemos ir. Ponte el cinturón.

Estuvo conduciendo durante media hora casi. Acabamos en un pueblecito pequeño y entramos en una cafetería realmente acogedora. La cafetería no era muy grande pero me sentía agusto y se estaba caliente. Nos sentamos en una mesa alejada de la barra y pedimos dos cafés con leche.

Por el camino, habíamos hablado poco. De banalidades más que nada. Que tal las clases, el trabajo, el fútbol, la familia,... Pero ahora llegaba la conversación de verdad.

- Bueno y ¿cómo está Rubén? 

La verdad que preguntó de manera más neutra de la que esperaba.

- Bien. Está bien. Gracias.

- No sabe que hemos quedado ¿verdad?- Negué con la cabeza- Me lo imaginaba. Por eso te he traído aquí.

Hizo una pausa bastante larga y aproveché para dar un sorbo a mi café que ardía.

- ¿Cómo es que te has decidido a llamarme?

Sabía que esa pregunta llegaría pero sentí frío de repente al escucharla y tuve la necesidad de agarrar con mis manos la taza de café. Tenía la cabeza agachada y realmente no sabía que contestar. Pablo y yo siempre habíamos intentado ser sinceros aunque al final a él se le fue olvidando contarme ciertas cosas. Aún así, él me conocía y sabía que aún a riesgo de parecer boba yo intentaba decir siempre la verdad.

- No lo sé. Desde que nos encontramos en el centro comercial, no he dejado de pensar en tí y no sé por qué. - Bebí un poco de café. - Siempre has estado ahí en un rinconcito pero fue verte y te has hecho un hueco más grande y no sé que significa. Y eso me aterra.

Después de pronunciar la última frase, le miré a la cara. Parecía sorprendido.

- Yo nunca he dejado de pensar en tí.

Mis ojos se debieron abrir como platos.

- Ali, no he dejado de pensar en tí ni un sólo día. Sé que no hice las cosas bien. Que la fastidié. Que fue mi culpa que todo se fuera por el desagüe pero quiero verte más. Creo que no he dejado de quererte.

Esto era más de lo que esperaba. No estaba preparada para esto y sólo deseaba huir. De hecho miré varias hacia la puerta mientras Pablo me hablaba. Pero, ¿qué estaba pasando? ¿Era esto lo que estaba buscando? ¿Lo que deseaba?

No sé cuanto tiempo pasó hasta que pude contestar algo pero estaba claro que no era lo que esperaba.

- Necesito irme a casa. Ya. Lo siento. Yo... eh, yo,... por favor llévame a casa.

No le di tiempo a contestar. Yo ya me había levantado y me ponía el abrigo y sin mirar atrás salí por la puerta. Creo que estaba y aun estoy en shock.

Hicimos el viaje de vuelta en silencio y al llegar cerca de mi casa, le dije que parara porque prefería andar los últimos metros. Necesitaba un momento antes de subir a casa.

Antes de bajar Pablo me agarro de la manga y me suplicó con la mirada que le diera alguna respuesta pero lo único que pude decirle es que me dejara pensar y que ya le escribiría. Después de eso, me soltó y me dejó marchar.

Ahora estaba en mi habitación hecha un lío y sin saber que hacer. ¿Había sido Pablo sincero? ¿De verdad aún me quería? Y yo, ¿le quería?

¿Qué había hecho? Ahora mi confusión era mayor. Me empecé a sentir agobiada y comencé a caminar de un lado a otro de mi pequeño dormitorio hasta que sin pretenderlo me dejé caer contra el armario y me puse a llorar en silencio para que mi familia no me escuchara. Me dejé ir un rato y cuando empezaba a relajarme escuché la vibración del móvil. Me levanté y fui a la cómoda a cogerlo.

Tenía 6 llamadas de Rubén y varios mensajes de dos contactos. Estaba bastante claro de quienes eran. De Pablo y de Rubén.

Rubén:

- Hola cielo. como estás? 

-¿Estás dormida?

- Te estoy llamando y no me lo coges. ¿Te pasa algo?

- ¿Por qué no me contestas?

Pablo:

- Todo lo que he dicho es sincero. Créeme si te digo que aún te quiero y que no te he olvidado. Esta vez lucharé.


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