ROSA

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De repente me encontraba en medio de un bosque bastante denso, no podía ni ver el cielo al mirar hacia arriba. Recuerdo que tenía que buscar a alguien, pero no a quien, por más que quiera recordar, no lo consigo. Con cada pisada, me pregunto si por aquí vivirá alguien o si habrá animales peligrosos. Tras varias horas de caminata, me encontré una telaraña de unos 6 metros de diámetro, con alguna presa aún en ella. Me quedé petrificado y rezando en silencio para que no esté ahora mismo la araña que hizo eso, pero o. la araña podía ser del tamaño de un coche, y era de un azul y rojo muy oscuro. Me miró con sus seis ojos, fijamente, pero pasó de largo. Os juro que por poco me muero.

         Cuando logré salir de allí, pude ver un precioso lago cristalino. El cielo era azul, ni una nube en el cielo, pero pude ver una montaña oscura, negra, parecía un volcán, con unas nubes oscuras alrededor, como el volcán de “El señor de los anillos”, y había carteles, bastante viejos, algunos estaban caídos, pero decían: “Volcán del demonio. No acercarse”.

         Todo parecía extraño, casi irreal. Cuando al fondo, vi un precioso castillo hecho completamente de cristal. Me dirigí allí para ver si me podían ayudar, decirme donde estoy y ayudarme a volver a casa.

         Al llegar allí, no había nadie ni nada, inspeccioné las habitaciones, todas y cada una. Nada.

         Cuando había perdido toda esperanza, admitiendo por un momento que iba a quedarme allí, me encontré a una mujer, con un vestido rojo y una rosa en su oscuro pelo, se acercó, más y más, estaba entre el miedo y la curiosidad. Curiosidad por saber quién era, y miedo por no saber que iba a hacer.

         Cuando se acercó, a tal distancia que pude oler el perfume que llevaba, me dio la rosa, no dijo nada y se fue. En ese momento, el castillo se empezó a romper.

         Y en ese momento, me desperté, con sudores fríos, y empecé a escribir este sueño en mi cuaderno, cosa que me pidió el psicólogo que hiciera. Cuando terminé, quise volver a soñar lo mismo, o al menos, lo que seguía después.

         Los días siguientes soñé cosas parecidas: estaba perdido en el desierto y me encontré en un oasis a una caravana de camellos, uno de ellos era la chica, y me dio una roa, y empezó una tormenta de arena; otro, estaba perdido en el mar, y apareció una sirena, ella, y me dio una rosa, y comenzó un torbellino, que me absorbió.

         La chica, la rosa, siempre. Una y otra vez, en mi cuaderno llegue a dibujarla con ropas distintas, las que tenían en los sueños. Y también la rosa.

         No lo comprendía, mi psicólogo tampoco. Empecé a sospechar de mi cordura.

         Un par de meses después, dejaron de suceder. Empecé a tener sueños normales, pesadillas, depende del día. Tampoco lo comprendí.

         Pero al final encontré la respuesta. Unas semanas después, fui a un bar del centro con mis amigos. Estaba abarrotado, olía a cerveza y colonia. Justo cuando fuimos a entrar, había un grupo de chicas que iban a entrar, y una llevaba un broche con forma de rosa en el pelo. Era ella. No me lo podía creer.

         Entramos los dos grupos al bar, en mesas distintas, pero visibles. Y yo no podía apartarle la vista a ella, ya que no sabía su nombre. Cuando ella se fue, yo también me fui, pero mis amigos se quedaron. Empecé a seguirla, pasando por Atocha, giró en dirección al Retiro, por la Puerta de España. Pero en vez de ir por el camino de las estatuas, prefirió ir por los árboles. Ya casi se estaba haciendo de noche, y no se podía ver el cielo a través de los árboles. Cuando de repente, un hombre disfrazado de Spiderman, me dio un susto al pasar junto a un grupo de niños. Fue ese momento cuando la perdí de vista. Empecé a correr y correr, y llegué al estanque, había gente, tanto caminando como en barca, pero no la veía. Pasé por la fuente del Ángel caído, y tampoco. Y, ¿sabéis donde estaba? En el Palacio de Cristal. Estaba ella sola, mirando como las luces de las farolas pasaban por los cristales. ¿Casualidad? Puede. Llevaba una camiseta roja y el broche. Tenía que ser ella. Me acerqué, y ella al principio se apartaba un poco de mí, creería que iba a hacer algo. Pero me acerqué, las cogí de las manos y le dije:

No sé quién eres, ni cómo te llamas, pero te he visto más de una vez. No en el metro, ni en el autobús. Aquí – dije mientras me señalaba la cabeza. Te he visto de mil formas, en mil situaciones, pero eras tú. La chica de mis sueños, literalmente. Por favor, ahora solo quiero verte en la realidad.

Y cuando terminé de leer el trozo, todo el mundo en el plató me aplaudió y me silbó. Cuando ya terminaron los aplausos, el presentador del programa dijo:

Acaban de oir a Eduardo Lorite leer un fragmento de su nuevo libro “Los sueños más que sueños son”. Encantado de tenerte aquí con nosotros, Eduardo.

Muchas gracias. Igualmente.

Ahora, si no le importa, dejaré que gente de nuestro público le hagan un par de preguntas. ¿Le importa?

No en absoluto.

Un montón me preguntas diversas, como: “¿Cuándo empezó a escribir el libro?, ¿Le ha costado escribirlo?,…” Pero, una a la que contesté con mucho gusto fue: “¿Quién es su musa?”, y yo le respondí:

Mi mujer. Pero sabes qué, empecé a escribir el libro, antes de conocer a mi mujer. ¿Cómo es posible? Se preguntaran. ¿Quieren saberlo? Se lo diré en siete palabras bien sencillas: EL TÍTULO DE MI LIBRO LO EXPLICA.


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