NECESITO EL AGUA BENDITA?

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En la mano del Dios de los mortales

Se calma la sed que ella impone

Más líbrenos los que no nos creamos tales

Que la impuesta sed ya nunca nos abandone

 

Del gélido frío lejano a su morada

Nuestras carnes sufrirán el cruel tormento

Por no acudir solícitos a su pensamiento

A reclamar una calidez por él creada

 

Con el frío barro y la huesuda costilla

Despachó en siete jornadas un mundo nuevo

Dejándonos sin amparo al calor de su silla

Por aprovechar lo que se pudriría en el suelo

 

Al casero, que sin contrato nos aleja

En espera del cínico pago reverencial

Devolvamos sin pintar la casa vieja

Si a sus inquilinos no los va a querer por igual


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