Through the storm we reach de shore

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Bajo la sombra de mi propio sueño sólo la tristeza podía juzgarme. Aquellos azulejos azules sabían de la repugnancia que sentía al verle. “Tú, siempre con tu aparencial senil, tus pocas ganas de vida”. Me miró con los ojos hundidos y lloré. Seguramente él pensaba que deliraba. ¿Qué mejor desprecio que no hacer aprecio a las proclamas de un loco? Pero a esas alturas no me importaba el arco juzgador de sus cejas subiendo déspota hacia su frente.

U2. “Through the storm we reach the shore”. Se henchió con la misma intensidad de la lluvia que sobre la acera formaba el camino de agua para sus tacones aquel aciago marzo. Para ser justo se fue mucho antes de marcharse. Al principio desapareció la cotidianidad del café para dos. Poco a poco fuimos desconociéndonos a través del silencio. Una mañana de domingo, al ir a mesar su pelo, este tenía un tacto áspero, desagradable. En la ausencia de pasión hizo presencia una extraña en mi cama. “En la presencia de la desesperación hiciste de mi una ausencia”.

Hundí mi estómago. El dolor no había parado desde entonces. “Vete”. La paz llegaría cuando la soledad fuera completa. Mi pecho ardió y cubrí de burdeos la estancia. Quise pertenecer a otros labios y resbale, para siempre, en aquel suelo empapado.

Al frío de la ventana la imagen recobró sus líneas definidas. Un iris esmeralda se descubría, vibrante, prisionero de una párpados ancianos .


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