Aventura con una compañera

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Después de años volví a estudiar para terminar la ingeniería. Tenía 33 años. Como era uno de los mayores y tenía prisa por terminar los estudios y postular a un mejor trabajo y sueldo para mi familia, era uno de los mas responsables y aplicados del curso.

Ese primer año de estudios en la tarde-noche conocí a Marcela, una atractiva morenita de unos 21 años, de lindo rostro, menudita pero con unas curvas deliciosas, de senos erectos y culo grande y paradito, una muñeca. Ella se me acercaba por mis conocimientos y tareas, yo la ayudaba porque la mina era rica y porque tenía muchos problemas en su casa. Tenía un hijo con un tipo que la engañaba y apenas le daba el dinero para subsistir, por lo que ella tenía que hacer malabares para trabajar medio día, llevar a su hijo a la escuela y seguir estudiando en la noche. Después me enteré que el maldito más encima la golpeaba. Pero ella terminaba y volvía con ese estúpido. Al parece era su primer hombre y el tipo siempre sabía como volver con ella.

La ayudé todo el año, estudiábamos juntos cuando podíamos y hasta le pasaba respuestas durante las pruebas. Ella me decía que no tenía como pagarme, y yo solo me reía, conformándome con su linda sonrisa y la vista de su espectacular trasero cuando se daba vuelta.

El último día de clases organizamos una salida para ir a beber y bailar. Ella no podía ir porque su pareja era un celópata egoísta. De hecho la fue a buscar y delante de nosotros la agarró por el culo y la subió a su auto, como diciendo "este culo es solo mío". Antes de eso Marcela se había despedido de mí en el pasillo, con un beso suave que había rosado levemente nuestras bocas.

Ya en la disco estábamos pasándola bien, yo bailando con una compañera que tampoco estaba mal y que no me desagradaba como para intentar algo. En eso aparece ella, Marcela, con su cabello suelto y vestida con una minifalda apretada y unos tacones que la hacían ver preciosa, casi como una modelo. De inmediato le invité un trago y me contó que había terminado con el imbécil, aunque sea por esa noche. Yo le dije que me alegraba, que en otras condiciones me la hubiera jugado por ella pero tenía mis hijos y pareja. Ella no me dijo nada y solo me sonrió como diciendo "gracias".

Marcela me invitó a bailar y me puso sus deliciosos senos muy apretados contra mi pecho. Pensé que era algo fortuito, entonces subió sus brazos hasta mi cuello, me abrazó y entregó su boca para que la besara en forma exquisita. Poco me importó que los demás compañeros nos vieran y continué deleitándome de sus besos y caricias. Por fin, dijeron algunos, concientes de la tensión sexual que ambos teníamos pero que nunca pudimos concretar. Me tomó de la mano y nos dirigimos al baño de mujeres.

Ella cerró uno de los cubículos con pestillo y me indicó que me sentara en la tasa. Entonces se desabrochó la blusita y dejó al descubierto sus preciosas tetas, las cuales besé y chupé a mi gusto, deteniéndome en sus delicados pezones los que lengüeteé como si quisiera sacarles leche. No podía creer que me estaba comiendo a la Marcelita. Luego ella me bajó el cierre y aplicó una mamada estupenda, desde mis bolas hasta el glande, tratando de metérselo todo en su boquita pero apenas le caía. Me apretaba el falo con su boca y rasguñaba los coquitos con sus uñas largas en forma exquisita. Entonces tome yo la iniciativa y la sujeté de las caderas para quitarle las diminutas braguitas, subirle la falda y montarla en mi verga erecta. No nos importó nada que lo hiciéramos sin condón, ambos sabíamos que era ahora o nunca. Antes de metérselo acaricié su entrepierna. Tenía el chorito depilado y muy húmedo, como siempre lo imaginé. Su estrechez me entregó un placer indescriptible, tuve que hacer un gran esfuerzo para no acabar tan pronto y moverme bien rico dentro de ella para que acabara, gimiendo despacio y con una mano en su boca para no hacer mucho escándalo en el baño. Su cuerpo moviéndose encima de mí en busca del placer de nuestras carnes era el paraíso. Sus tetas agitadas rebotaban en mi pecho y rostro. En breve ella llega al punto en que el clímax la desbordó. Yo igual acabé y lancé toda mi leche dentro de su cuerpo, terminando con un deseo acumulado que tenía por ella de meses.

Nos arreglamos y salimos para juntarnos con los demás, quienes sabían todo lo que había pasado. Los hombres me felicitaban diciendo que yo había sido el primero y al parecer único de los compañeros que había podido servirme a la mina más rica del curso. Seguimos bailando hasta que terminó la disco, y antes que prendieran las luces, Marcela me dio un beso exquisito, junto a un tierno "Gracias por todo".

Nunca más la volví a ver. Creo que volvió a juntarse con el tipo. Yo sigo con mi familia.


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