Traksulah parte 5. 2

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El nerviosismo reinaba en la central de comando, en todo Traksulah. Pero Tidriso no se dejó vencer. Salió al exterior frente a toda oposición y contempló por segunda vez, aquella horrorosa y magnifica escena. Todo el cielo ennegrecido, pero esta vez era muy distinto. Por entre las estructuras negras podía verse una infinidad de naves estelares que abarcaban casi todo el resplandor del cielo. Vio esta vez también, un gigantezco hueco entre toda esa masiva reunión de estructuras y naves. Un hueco que se extendía por cientos y cientos de kilometros a la redonda. Dentro de el se suspendía una cosa enorme entre las cosas enormes. Tidriso vio claramente lo que parecía ser una nave de razgos inimaginables. Su forma era como de un masivo proyectil negro dorado que reflejaba la luz solar en toda la superficie del planeta que abarcaba. Fácilmente de unos de 300 kilometros de largo. Sus ojos nunca lo engañaban.

Tampoco lo hicieron cuando vieron a una pequeña nave descender desde aquel enjambre. La nave estuvo a unos metros de él antes de que pudiese darse cuenta. El lugar se llenó de soldados en un instante y todo era confuso. Pero Tidriso logró bajar los humos de manera victoriosa justo antes de que la misteriosa nave abriera sus puertas.

Un ser alto y robusto se asomó, su armadura plateada le daba mas imponencia aún. Éste saltó sobre la plataforma donde todos se encontraban y demostró así su gran tamaño. Luego levantó su brazo derecho e hizo unas muecas como si hablara. A continuación el gran ser se acercó a Tidriso, alertando a los soldados que no dejaban de apuntarle, pero éste dio ordenes de bajar las armas; la criatura le entregó a Tidriso una minuscula píldora grisasea, le indicó que la tragara y que lo siguiera hasta su nave. Él hizo caso sin importar la reacción de sus pares.

Comenzó a sentirse raro, sus nervios estaban en llamas y apenas podía mantenerse en pié.

- Sera breve, no se resista. - Escuhó, sin saber de donde provenía esa extraña voz que pareció retumbar en su mente. Miró a su alrededor en el interior de la extraña maquina y no vio nada más que aquel mítico ser a su lado. - Nos comunicamos mediante impulsos electrohíbridos, mitad magnéticos, mitad eléctricos. La píldora dada es esencial para que pueda usted comunicarse conmigo, con nosotros. - Finalizó -. Tidriso comprendió al fin, pero no se atrevío a decir nada. Vio por las aberturas de la pequeña nave que se dirigían hacia su edificio de múltisalones. El vehículo se detuvo suavemente y la criatura le señaló que bajara. Él obedeció.

Se adentró impaciente y rápidamente fue al encuentro de su amada, quien se encontraba en compañía de uno de los seres invasores. Éste no tenía armadura alguna, solo un objeto que cubría la parte baja de su cuerpo, como si fuese una prenda para festividades. Cuando estuvo mas cerca pudo ver sus ojos. Negros como la noche y cubiertos en ambos lados por tres pupilas verdes fluor.

- Tidriso. Es enorme tu nombre y es hermosa tu obra. ¡Eres grande!, Pero... ¿Qué tan grande estás dispuesto a ser? - Dijo el ser mientras daba un vistazo al cielo contemplando las masivas maquinas con las que había llegado.-

La traksuliana al verlo corrió hacia él, y manteniendo los brazos a su alrededor, clavó la mirada en la criatura.

- Lo suficiente como para que este mundo se mantenga en pié - Finalmente contestó Tidriso extrañado de que aquel ser supiera su nombre. - 

- No dejes que tu pasado nos juzgue. Sabemos quién eres - ahora su cruenta mirada se clavó en él - ¿No lo recuérdas? El día que gloriosamente llegamos a tu verdadero mundo y tus estúpidos pares comenzarona atacarnos de manera  primitiva y predecible. Pero tu siempre fuiste distinto, tu vivías sabiendo que pertenecías aquí. - Tidriso ya no sabía que sentir. La criatura hablaba como si lo conociera célula por célula. - Se lo que estás pensando Tidriso, pero estas equivocado. Nosotros no aniquilamos a tu raza, fuiste tu.-

-¿Qué estás diciendo? - Contestó él dando un paso hacia delante, amenazando.-

-Condenaste a tu familia. A todos y cada uno de los nitduanos. ¿A caso no recuerdas que entraste a velocidad luz dentro de la atmosfera? Un error que debieron pagar muy caro tus pares. Oh si.. Un desperdicio de planeta. Causaste un desequilibrio masivo, Tidriso. Nitdua murió junto a su pueblo por tu culpa. - Dió un giro y observó las ruimas traksulianas cuidadosamente - Pero no estamos aquí para hablar del pasado. Nosotros vemos el futuro Tidriso. Y tu eres un gran benefactor de futuro, pues mira lo que has logrado; ¡Tu! Un insignificante nitduano coronado cabeza de todo Traksulah, has resucitado un mundo que estaba destinado a morir y lo has transformado en una versión a escala de nuestro Imperio. Eres amirable.-

Tidriso estaba totalmente quebrado y confundido por todo lo que pasaba, pero su cordura aún estaba en pié.

-¿Y qué deseas..  mlodhariano?

-Oh. Mi nombre es Drat´Tla´Mir. Soy quien habla por toda esta humilde flota que ves en tu cielo, represento a la raza Mlodhar aquí y ahora, mi petición es simple. Unanse a la Unificación y su futuro será prospero por la eternidad, no cometas el mismo error que tus pares, Tidriso. No es bueno para nadie y lo sabes.-

Tidriso matuvo la mirada de Drat´Tla´Mir por unos eternos minutos en los que pensaba si realmente valía la pena acceder a la "unificación". Su amada le susurró en el oido unas palabras reconfortantes que lo hiceron decidirse de una vez..

-¿Qué debo hacer?

Él mlodhariano tomó una actitud mas diplomática una vez que escuchó la aprobación.

-Habla con el pueblo. Diles lo que yo te he dicho, tendrán tecnología, conocimiento, sabiduría, salud, diplomacia, paz; y lo mejor, la unificación universar. Tendrán la prosperidad de un universo unido. Tendrán motivos para no preocuparse por nada, tendrán una nueva vida.

***

Los mlodharianos fueron convincentes, Traksulah ahora formaba parte de la unificación universal. No había de qué arrepentirse, lo prometido fue dado y la prosperidad era aún mas prospera.

Lo único terrible fue que el alma de Tidriso estaba en pena, habiendo confirmado el destino de su raza, aniquilada por su egoísmo, ya no sentía deseos de gobernar, se había sumergido en agonía intensa. Sus ansias por encontrar a los traksulianos y devolverles su mundo se habían intensificado.

 


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