7 PECADOS

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Ese hombre desencadenaba en mi todo tipo de pecados capitales.

Me producía una lujuria incalculable.

Una gula desbordante de empezar a comerme cada milímetro de su piel como si fuera único.

La avaricia de que fuera tan solo para mí.

La pereza de separarme de él.

La ira de tener que hacerlo.

La envidia de las personas que podían poseerlo a cada instante.

Por lo tanto me hacia sentir una soberbia sobre natural por no poderlo tener más de lo que yo deseaba.

Y fue así como todos esos pecados aumentaron al oír su llamada, concediéndome el poder absoluto de poseerlo durante dos semanas, dos semanas únicas, trescientas treinta y seis horas solo para mí.

Quedamos a las diez de la mañana en su casa, me dijo que no llevara apenas ropa porque dudaba mucho que quisiéramos salir del hotel.

Tan puntual como siempre, a las diez en punto me plante en su casa y sin dejarme apenas darle ese beso que siempre nos desbordaba me agarro de la mano y me llevo al coche.

De camino al hotel mi única obsesión era provocarlo….

Que perdiera el juicio, que frenara en el anden y me penetrara con la fuerza mas poderosa que sintiera.

Sabia que el me deseaba tanto como yo a él, lo podía sentir, notaba sus ojos clavándose en mi piel. Notaba el calor de su mirada.

Con las prisas de salir ni tan si quiera se percató de que debajo de mi abrigo tan solo estaba mi ropa interior y mi cuerpo deseándolo.

Su mirada cada vez permanecía mas tiempo en mi piel, observaba mis piernas, que jugaban a abrirse y cerrarse provocando sus sentidos.

Yo jugaba a acariciar su cuello, a pasear mis dedos enredándose entre su pelo.

Me tumbe algo mas en el asiento y sabiendo que me miraba empecé a jugar con mi cuerpo.

Mis manos acariciaban mis piernas, se perdían entre mis muslos, buscaban los botones de mi abrigo para dejar salir el calor que mi cuerpo desprendía.

Su mirada cada vez se clavaba mas en mi y sentía mas deseos de tocarme, de auto satisfacerme.

El ver que no llevaba ropa debajo del abrigo le excito aún más. Su sexo ya se dejaba notar por debajo del pantalón.

Mis manos se perdían por mi cuerpo, buscando el placer, mis piernas se abrían cada vez más.

Acariciaba mi sexo húmedo… caliente... sintiendo como el pecado se apoderaba aún más de mi.

Mientras una de mis manos se perdía en el interior de mis braguitas la otra acariciaba su sexo, intentado de alguna manera poder colarse por la cremallera.

Quería que parara el coche, que frenara, que me penetrara sin pensar, pero también quería que ese juego no acabara, mi excitación era única y la suya… también.

Mi cuerpo a cada segundo pedía mas, y ya su mano participaba con la mía entre mis piernas, ambas dándome placer. Sus dedos se perdían dentro de mi cuerpo, los míos acariciaban mi clítoris, haciéndome sentir el placer mas infinito.

Mis jadeos podían oírse fuera del coche.

El calor que desprendíamos había empañado los cristales.

Sus ojos no podían dejar de mirarme y el sonido de un pito nos saco del trance en el que estábamos metidos, evitando así que chocáramos con el de alante.

La lujuria se apodero de mi cuerpo, mis manos desabrochaban con avaricia sus pantalones para poseer su parte más amada.

Su sexo brillaba por los flujos que salían de el...

Su olor…..

Su sabor…..

Eran únicos.

Le mire a los ojos y moviendo la cabeza en el sentido de la negación supo que iba a ocurrir.

Mi boca bajó a buscar el néctar de su cuerpo que tanto deseaba para poder calmar así mi gula.

Estaba tan caliente que quemaba.

Mi boca lo engullía,

Mi lengua lo saboreaba,

Su sabor sólo me incitaba a no parar.

Por fin había conseguido lo que llevaba esperando desde que me subí al coche.

Después de un par de baches note que paraba y reclinaba el asiento para mayor comodidad de ambos.

Sus jadeos eran fuertes, su respiración acelerada……..

Empujaba mi cabeza…….

Amarraba mi pelo……….

Y me dedicaba cada gemido que salía de lo mas profundo de su ser.

Su sexo entre mis manos palpitaba cada vez con mas fuerza.

Y sentí a la avaricia recorrer por mis entrañas pidiéndome más posesión, pidiendo poseer su cuerpo entero.

Colocándome sobre él…. su sexo buscó la puerta de mi paraíso para arder en mi interior, sujetaba mis caderas con fuerza, sentía esas embestidas que tanto me gustaban y con cada una de ellas sentía el volante clavándose en mi cintura, pero todo daba igual, ese pequeño dolor no se podía comparar con el inmenso placer que me hacía sentir.

No quiso que aquello acabara en el coche y en un movimiento brusco me quito de encima de él y arranco el coche.

Llegamos al hotel, pedimos la habitación y mi cuerpo aun se retorcía de gozo.

Nos comíamos a besos y caricias en el ascensor.

Entramos en la habitación y cerrando la puerta tras de nosotros mi abrigo cayó al suelo y su cuerpo y el mío se encontraron para volar de nuevo.

Su lengua recorría mi cuerpo semidesnudo, pausándose en mis pechos, su lengua rozando mis pezones……

Todo valía en esa noche que era sólo nuestra….

Todo en esas trescientas treinta y seis horas.

Mírame……

Deséame……

Siénteme….

Átame...

Déjame sentirte con mis cinco sentidos,

Oculta mis ojos bajo un pañuelo e impídeme verte.

Deja que estos siete pecados que despiertas en mi hiervan sobre mi piel...

Hazme gozar....

Y gózame.

Úsame...

Úsame como ratón de laboratorio y experimenta sobre mi cuerpo....

Llévame al placer extremo como solo tu sabes hacerlo...

Entretente por mi cuerpo sin ningún tipo de prisa...

Dame de comer con el sabor de tu piel....

Y haz de estas trescientas horas mi pequeña luna de miel.


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