La nariz

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"ERASE UNA MUJER A UNA NARIZ PEGADA..."

Más, mucho más allá de tus negros ojos lúcidos, más de tus labios carnosos, más allá de la perla que pende de tu oreja, más de tu pretendido hoyuelo sonriente, lejos de la seda de tu pelo, la descubrí un jueves de octubre en un bar, jugando a café.

No, no la busques Cyrana. La tengo yo. Te la he robado entre mis dedos en un descuido sonoro y soy ahora, ladrón furtivo, el albacea de tu trompa graciosa y tentadora, trompa festiva, napia dichosa de primavera... salpicada de pecas? No! Sembrada de semillas de besos.

No, ya no duerme de envidia la mismísima Cleopatra, y anda talleres de esclavos a ver si la esculpen una réplica vanidosa o la regalan un espejo hechicero que la mienta.

Se come? Di, se come? Porque si, al natural, ha de tener el sabor fresco de las moras, tiznada de nata no ha de ser sino el delirio de los dioses o, quién sabe si existirá deleite más sabroso que paladear su punta fascinante embadurnada de dulce chocolate...

Déjame pues, niña, que la presuma derramada de mi pluma emborrachada.

Déjame que la luzca prendida de tu cara!


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