Charlando con la Luna

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Charlando con la luna

Era ya entrada la noche, él se encontraba terminando un trabajo que por mucho tiempo había dejado olvidado, a su alrededor no había más que una lámpara, una taza de café, una vieja radio en la que sonaba la voz del locutor de una emisora local que anunciaba.

-El gobierno triunfa de nuevo en elecciones, esta revolución avanza y va de largo, será me…..-

Él apago la vieja radio, no quería escuchar más, debía ser una estación pública se decía para sus adentros.

Continuo su trabajo, le rendía o al menos eso parecía, estaba tan concentrado que había olvidado por completo el paso del tiempo. Eran las diez de la noche cuando recordó que tenía que tomar sus medicamentos.

 Hizo a un lado su computador, se levantó de la silla y se dirigió al pequeño velador que se encontraba en la esquina derecha de su habitación. Tomo las pastillas, estas eran pequeñas, blancas, redondas con una hendidura en el centro. Para él era inútil seguir medicándose no habían surtido efecto, pero qué más da al fin son gratis se decía, al menos algo ha hecho el régimen.

De camino a la cocina había tropezado muchas veces, le pareció vano el esfuerzo de prender la luz, tanto tiempo de vivir en lugar apartado no le había enseñado que la luz de la luna no era suficiente para alumbrar su casa.

Ya en la cocina, tomo un vaso y lo llenó con agua, se disponía a tomar la píldora, cuando algo lo detuvo, estaba anonadado con el fulgor que destellaba la luna esa noche y el inmenso vacío del cielo.

-Hola luna ¿Por qué estás tan sola? le preguntó

La luna no respondió

-Acaso eres tímida, o eres tan fascinante que te niegas a dirigirte a un ser tan insignificante como yo- se atrevió a decirle.

La luna tampoco respondió esta vez

El seguía contemplándola, maravillado por la forma en que esta se mostraba imponente  en el infinito espacio, pero aun así estaba tan sola.

-Te sucede algo, estas enferma o de mal humor, porque no veo ninguna estrella a lado tuyo.

La luna continuó con su mutismo, pero el viento soplo fuerte en ese instante.

El seguía contemplándola, mil interrogantes acechaban su mente, mil porqués le cuestionaban !la luna sola y hoy que está tan bella¡

-No tengas miedo de hablarme, tal vez podamos ser amigos- le dijo

Al ver que la luna seguía sin responder dijo

-Te entiendo perfectamente, si las personas se alejan de mí porque tu no habrías de hacerlo y como no puedes huir simplemente te muestras indiferente-

De nuevo una brisa fuerte recorrió la casa ese instante, el hombre observó a la luna, seguía preguntándose por su soledad, estaba tan bella que le parecía inconcebible que las estrellas no la estuvieran acompañando.

-Acaso están de fiesta en el cielo, que te has vestido de gala y esperas que te vengan a ver- se aventuró a decir el hombre.

El silencio seguía ahí, pero él pudo notar que no había fiesta y que la luna estaba triste.

-O acaso no hay quien te acompañe esta noche- murmuro

-No te preocupes por responder, estoy acostumbrado a que no me hablen, pero tu silencio no es como el de los demás, yo sé que te agrado, estoy seguro.-

-Tal vez tú y yo no seamos tan diferentes luna, estamos tan solos en un vasto espacio o mundo, pero no por eso nos deprimimos no luna, eso nos hace más fuertes y resplandecemos más, aunque solo nos veamos nosotros mismos. O al menos eso pensamos porque si fuera así no estuviéramos tan solos o tan tristes.

La luna seguía ahí, no se atrevía a hablare al hombre que le ofrecía su amistad. Pasaron unos minutos él seguía contemplándola cuando la luna resplandeció tanto que tuvo que agachar su mirada un instante, al levantar la vista al firmamento la luna ya no estaba, se había ocultado.

El hombre busco a la luna en el cielo por unos minutos pero no la encontró, aun así se atrevió a gritar.

-Luna, eres hermosa, no importa que la estrellas no se junten formando figuras a tu lado, ni tampoco importa que tan resplandeciente estés, el hecho de que ocupes un lugar en el cielo te hace ser especial.-

No supo porque dijo esto pero se acordó de sus medicamentos, con un sorbo de agua ingirió la pastilla blanca, pequeña, redonda con hendidura en el centro; dejó el vaso en la mesa y regreso a su cuarto.

Al llegar decidió reanudar su trabajo pero en la pantalla de su computador en letra cursiva estaba escrito.

  

  “Oye, tu eres especial, el hecho de que ocupes un lugar en el mundo te hace serlo.

Att: Tú amiga, La luna

En ese momento un fuerte brisa rodeo al hombre.

Fin.


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