A LA CUBANA 2 de 3

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…Nos escabullimos sigilosamente asía la impenetrable oscuridad. El aire escaseaba. La humedad, el humo del tabaco y el olor femenino inundaban el ambiente. Entre los susurros, los murmureos y los inquietantes y breves alborotillos reinaba una excitante siniestralidad. Nos sentamos palpando a las sillas ofrecidas. Conocía estos barracones, ya que hace unos años había estado en ellas con mis compañeros del colegio por las mismas razones, ayudar a las camaradas (la mayoría mujeres) de la Azucarera. Obedeciendo las puñeteras directivas del secretariado general del partido comunista y su puta madre. En cada una de estas instalaciones había 12 camas de mulles y 12 pequeñas cómodas de tres cajones y unas sillas. Por lo visto las sillas escaseaban así que nada mas sentarme en una de ellas, dos chicas se acomodaron sobre mis muslos.

-          ¿Fumas? – me preguntó una de ellas y noté sus dedos buscando mis labios.

-          A veces, cuando... – no pude contestar  y ya tenia el cigarrillo montado en mi boca. A continuación el breve alumbre de una cerrilla me segó por un instante.

-          Si, es el. – escuché. – ¿Un traguito? – preguntó la otra y distinguí la boca de la botella con mi lengua. Las tenía agarradas por las cinturas y ellas a mi por el cuello.

Metí mi mano derecha por debajo de la camiseta de la muchacha que estaba sentada en mi muslo derecho, a la vez que con mi mano izquierda hice lo mismo con la otra chica. Subí despacio asía arriba asta apretar con ganas dos tetas de dos pechos diferentes. La plena oscuridad no les dejaba ver nada, así que ninguna sospechaba de lo que hacía con la otra. El morbo era tan intrigante que se me olvidaba respirar. Las seguí masajeando y pellizcando sus respectivos pezones, mientras una me daba tragos de brandi y la otra, caladas de tabaco. Es curioso, pero en la oscuridad te emborrachas antes. Sentí el rose de  pelos sobre mi moflete derecho, el calor de su rostro, y a continuación mas que un beso, era un lamido que albergó casi toda mi cara. Se levantó y tomando me da la mano me arrastró así… allá. Me incline y susurré a la otra:

-          Búscame al fondo. – logre decir alejándome.

Creo que se había quitado la ropa antes de tropezarnos con una de las camas. No se cuando, pero estaba completamente desnuda, caliente y…chorreante. El penetrante olor a coño empapado me marea, me pierde, me descoloca por completo. Lo amo, lo adoro, lo quiero.

¿Porque carajo no fabrican chicles con sabor a coño? - Perdonad. Es solo una reflexión.

 Metí dos de mis dedos en su sexo y me los chupé, luego la besé. Ella me apretó fuerte en sus brazos y caímos juntos en la cama.

-          ¡Te quiero dentro de mi! ¡Ya! Por favor. ¡Ya! – maullaba anhelando, mientras   retorcía su cuerpecito como poseída.

A ciegas la penetré despacito, porque, a parte de estar ya ebrio, no estaba seguro que iba a dar al "blanco", por la oscuridad . Resultó mas fácil de lo esperado. Me di cuenta que de la cintura para bajo, el cuerpo femenino forma una especie de embudo, vayas por donde vayas acabas justo en el "centro". Tampoco es que yo era un experto, aunque tenía novia desde los 15. ¡Joder! Mi novia…

Continuará…


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