“¡…SOY SOLO UNA MUJER!” 2/2

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“¡…SOY SOLO UNA MUJER!”      2/2

 

Sin ningún detenimiento, lubricó el cilindro de plástico con la boca, y en el siguiente instante se lo introdujo en el ano.

Recordó lamentándose su vibrador favorito.

Un artefacto hecho de agradable silicona, pero sobre todo su tamaño “XXL”.

Su otra mano, metida ya en las braguitas, enérgicamente y con sutileza estaba frotando el inflado clítoris. Tenía una de sus infinitas piernas subida encima de la mesa.

Lamentó no tener suficientemente tiempo para entregarse a fondo al placer, pero sabía controlar esto sin problema.

En fin, era una práctica habitual. Por supuesto, cuando no estaba el jefe, o no tenía ganas.

…

El jefe era un hombre rudo, tosco y simpático a la vez. Carecía de romanticismo por completo. Entraba en el gabinete, daba dos vueltas a la cerradura, y esto eran todos los preámbulos. Se quitaba los pantalones mientras se le acercaba, se sacaba el nabo y se lo entregaba como si fuera un bocadillo destinado para saciar la niña hambrienta.

Luego se la follaba sin pasión ni sentimientos, como si fuese parte de sus obligaciones. Esto no la ofendía. Se sentía apreciada y querida.

A de más, la considerable polla, el sueldo y las “pagas extra” la confortaban.

…

Leidana cerró los ojos para centrarse en alguna de las imágenes cambiantes.

… Largas pestañas, bonitos y tristes ojos llenos de amor…dulces rimas susurradas con cariño…la cara de Boyan…

 

“¡Quita, coño! ¡Joder!…estoy buscando el neg…el cartero!” Pensó Leidana molesta, recordando uno de los “enamorados”. Revolviendo su memoria y exprimiendo la imaginación, intentó deshacerse del rostro del lata.

Empapó de nuevo sus dedos con saliva y continuó con la masturbación.

La eyaculación no tardó en venir. Esta vez, por desgracia, era corta y regular. Aun así, al acabar, apretó los muslos uno contra el otro y trepidó placidamente unos segundos.

…

A veces, después de una de estas, de repente le entraban incontrolables ganas de ser despiadada y cruel. Eso, cuando alguno de sus amantes, o cortéjanos se daba cuenta de quien era ella en realidad, se daban la vuelta y se marchaban sin despedirse. Entonces se sentía vulnerable e insegura. Esto la irritaba profundamente. Luego durante horas y horas, a veces días, buscaba manera de vengarse.

Si conseguía castigarles, disfrutaba como una enana. Después, tal vez un poquito de depresión y ya esta.

 

Al rato se sobreponía, sacaba el pintalabios, se arreglaba mirando su dulce rostro en el espejo, y “colocaba” la sonrisita de buenaza.

 

“¡Hijos de puta!”…espetaba en silencio, sin quitarse la sonrisa…

 

“¡Soy solo una mujer!… ¡Joder!”

 

 

Rúen Pautalia

30.12.2012


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