A escondidas con mi profesora.

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Todo comenzó cuando cursé 2º Bachillerato y me topé con una profesora que derramaba erotismo, su pelo rizado y rubio, sus caderas extremadamente perfectas dignas de la proporción áurea, sus piernas interminables recorrían el camino perfecto de todo hombre hacia su redondo culo.

Su forma de caminar tan erótica propia de una mujer bastante fogosa, sus ojos penetrantes que me miraban con deseo, su mordida de labios cada vez que yo hablaba en clase, su sonrisa tan picante... ¡Era toda una diva!

Ella impartía clases de filosofía y yo era un alumno no muy bueno, mas bien normal que en sus clases me perdía con ella y no con su conocimiento.

Bendito Sócrates que fue nombrado por esa Diosa, bendito Platón que era el favorito de ella, bendita vida que había sabido crear la rosa más perfecta que jamás había visto.

Un buen día, ella y yo nos quedamos debatiendo sobre una explicación que yo no había comprendido, tal vez por mi falta de interés en lo que decía y mi máxima atención en ella. Decidimos alargar la charla ya que era muy interesante según me dijo ella y quedamos por la tarde en su estudio cerca del Retiro para seguir con aquella conversación más propia de dos adolescente ligando que de una profesora a un alumno.

Y así fue, fui a su estudio y allí estaba con unos leggins bien marcaditos y una blusa que dibujaba sus perfectos pechos, ¡AY SEÑOR!

Me ofreció una copa de champán, ella no sabía que la bebida y las mujeres me perdían... Bebimos y bebimos hasta acabar abrazados el uno del otro sin motivo alguno, bueno si, un deseo inimaginable de ambos.

Me llevó a su cama y me dijo: “Te acaba de tocar la lotería cariño”

Yo con voz nerviosa y a la vez acelerada le dije: “Jamás vas a olvidar esta noche profe”.

Y así fue, a mí me tocó la lotería y ella aún lo recuerda. Recuerdo que se inclinó para bajarse los leggins mientras yo observaba su tremendo culo y a la vez me tocaba, se quitaba la blusa y me dejaba observar su sujetador que envolvía sus tremendos pechos. Se dio la vuelta para incitarme más a follármela mientras se bajaba el sujetador con delicadeza.

Yo estaba súper excitado mientras sus manos subían hasta mi bragueta y me sacó mi tremendo pene. Comenzó a lamerlo con deseo mientras yo le tocaba su mojada concha a la misma vez que ella gemía de placer.

-Uf como me tienes cariño- Susurraba en mi oreja mientras me masturbaba.

Era hora de estar dentro de ella. La puse a cuatro patas y contemplé su perfecto culo, comencé a penetrar a esa diosa, gemía y gemía y a la vez yo estaba a punto de correrme. De repente paré y la cogí de la cabeza y le introduje todo en su boca de nuevo hasta correrme, vi como se relamía los labios a la misma vez que sacaba mi pene de su garganta y se limpiaba la boca llena de semen.

Esa noche terminamos con cigarrillo en mano asomados al balcón observando el Retiro de madrugada. Creo que ese día me corrí y luego existí.


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