Historias escritas para ti... SIEMPRE INTENTÉ RECORDAR PARA NO TENER QUE OLVIDARTE Cap.3

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Capítulo 3

 

Retomando la lectura del capítulo anterior...

 

Aunque no quiero ponerme triste, los recuerdos de aquellos días vividos con Mario hacen que me aflija y asomé ligeramente a mis ojos esa agua salada que son las lágrimas...

 

Después de dejar de ser aquel conductor que transportaba a los soldados, seguí adiestrando a mis chicos como cabo, de ahí que pudiese controlar el correo que llegaba y mantener de aquella manera unidos con él, a mis dos amigos que permanecieron comunicados a distancia con aquellas cartas portadoras del más delicado mensaje. Aprendiendo con ellos, que lo más importante... es quererse.

Y vaya si se querían, en muchas ocasiones cuando le entregaba a escondidas aquellas cartas que casi siempre llegaban varias y con retraso, el rubio como yo le llamaba, me las leía allí sentado en la cantina, apartado de los oídos chismosos que pudieran hacer fracasar su relación, tragándome todo aquello que escuchaba de su boca y que hubiese querido decirle que yo aun se lo haría con mucho más estilo. Intentando no delatarme, le daba una palmada en la espalda, para calmarlo, terminando acariciando aquel espacio de su cuerpo que se notaba caliente al haber leído lo que en las hojas ponía.

Pero hasta aquel privilegio perdí, cuando a Mario le licenciaron me comunicó que en una de las partes que siempre se reservaba para él, Pedro le pidió que acudiese a su lado, me dijo la dirección donde él le esperaría para luego ser presentado a sus padres, me pidió que le acompañase para no ir solo pues nunca había salido de Valencia, pero le dije que no, que me iba a reenganchar y sin hacerle ningún reproche sobre lo que había hecho por él... le deje ir.

 

No penséis que me estoy inventando esto que leéis a continuación, pues cierto es que Mario se fue a reunirse con su amigo, pero cierto día volvieron, y, de ahí que yo pueda relatar lo que allí en Madrid ocurriría, ya que a su vuelta todo me fue contado, bueno digamos que casi todo, porque algunas cosas callaron por el pudor de ambos a que otro como ellos que entendía, sufriera escuchando hablar de sus camaraderías íntimas.

Algo que no dejaron de mencionar fue, como después de encontrarse en un hostal apartado de las luces de la ciudad y después de pasar toda la noche abrazados, no creyéndose lo que estaban viviendo; y así de escuetos y breves fueron contando su primera noche juntos, os lo puedo asegurar, como también os aseguro que yo me contuve de hacer alguna pregunta embarazosa al respecto, pues yo también gozaba de amistades y amigos, que me facilitaban el camino a una esperanza que por desgracia tardaba mucho en llegar y sabía a la perfección que no solo de abrazos vive el hombre.

En la mañana siguiente se ocuparon de contentar a la familia, citándolos en un asador de la sierra, para que así conociesen a Mario, como podéis comprobar Pedro era un acaudalado niño de su papá, quien siendo como él mismo decía que era, el autor de sus días, no soportaba nada que no fuese normal en sus hijos, educándolos en los mejores colegios y delegando en ellos puestos de altura en su empresa. Uno de aquellos sería el que su primogénito tendría que abandonar por su condición sexual y sin duda alguna por expreso deseo de su padre al conocerla y no aceptarla de ninguna de las maneras.

 

 

 

 

Y así fue por lo que los dos regresaron a Valencia, y así me lo contaban, entre rabia y resignación, pero con la esperanza como bandera, pidiéndome de nuevo que fuese el anfitrión de su nueva fiesta juntos, como lo hice en el pasado.

Les ayude a buscar un piso en pleno centro, cerca del barrio del Carmen, un lugar que esta lleno de artistas de la vida, allí donde pudiesen aparecer como pareja sin levantar mucha sospecha, una zona que a Pedro le era familiar por el gran parecido que tenía con el famoso barrio de Chueca y en el que como en aquel en el que se instalan entonces, el sector de la homosexualidad carece de etiqueta.

 

Sin duda fueron días muy felices para la pareja y aunque ninguno de los dos saboreaba del manjar de contar con la venia de sus respectivas familias, aquella felicidad aguantó fresca hasta que un buen día una llamada telefónica anunciando a Pedro la muerte de su padre la marchito.

Y cuando él creía que el desplazamiento a su Madrid natal tendría día de regreso, las cosas allí se complicaron, dejando solo y desamparado a Mario, que volvió a descargar su llanto sobre mí, humedeciendo la herida que anteriormente había dejado en mí corazón y que me parecía estaba cicatrizando.

Aquellos detalles que provocaron su ausencia durante un largo año se debieron a los burocráticos trámites de cesión por parte de su hermano de la empresa que heredan, “La Azucarera Monumental” pasaba a llamarse desde ese momento... “Azúcares Martines”, apellido que a los dos identificaba, pero que tan solo a él lo acredita como el único director de dicha fábrica ubicada en Madrid.

 

En todo aquel largo año como digo que pasaron separados me di cuenta de que yo era como el comodín que se usa en cualquier juego, pero tenía que ayudarlo, no podía dejar que se viniese abajo, le animaba, le aconsejaba que saliera a divertirse, pero Mario se negaba arrastrándome a mí mismo a una cárcel en la que el amor estaba preso, queriéndolo liberar un día le invité a mi casa, yo aun vivía en la de mis padres, pero ellos por aquel entonces estaban de vacaciones en el pueblo así que me atreví y le prepare una suculenta paella, la que regaremos con buen vino de la tierra, esperando que se animasen con aquella fiesta para él y de la que yo también disfrutaría por tenerlo a mi lado, se me olvidó que sus padres estarían demasiado cerca de Mario después de tanto tiempo sin hablarse con ellos.

Sin pretenderlo confundí a los vecinos, creando la duda de que si éramos pareja o no, al vernos alegres a causa del vino en aquel patio que presidía una gran higuera, para reservarnos del sol.

Las viperinas lenguas fueron con la estampa a contárselo al tío Blas que no dando crédito a las palabras de los chismosos, se presentó delante de mi casa para ver si de verdad su chico se veía atraído por el seductor Ximo, un servidor... no es que tan solo lo corroboro sino que a pesar de la higuera el sol logró entrar, como bien nos entro el agua colorada que tomamos, y por consecuencia de todos aquellos detalles fortuitos, el tío Blas se detenía delante del patio cuando mis sentidos hacían estragos y abracé muy cariñosamente a mí rubio...

 

 

Continuara

 

 

©Adelina GN

 

 

 


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