En tierra de nadie

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Hoy hace un año que nos conocimos en Ypres. Era la primera Navidad que pasaríamos alejados de la familia, hundidos en la miseria de una guerra que duraba ya cinco meses, y todos, a ambos lados de la treintena de metros que separaba nuestras trincheras, echábamos en falta el calor del hogar.

No tardamos en entonar más mal que bien Stille Nacht, heilige Nacht ante los pequeños abetos con los que adornamos nuestras defensas, canto al que pronto os unisteis con vuestro Silent Night; distintas voces para una misma nostalgia. Lentamente, uno tras otro, cientos de jóvenes temerosos, ateridos y comidos por las pulgas, ocupamos la yerma tierra de nadie, confraternizando con aquellos a los que nos mandaban combatir desde cómodos despachos de luces doradas y música de gramófono. Cigarros, alcohol, chocolate,... incluso botones intercambiamos aquel día. Jugamos al fútbol con el balón que algún jodido loco había llevado a la guerra, para después, o antes, ya me fallan los recuerdos, entonar el Salmo 23 en honor a nuestros muertos.

Conocía tu idioma lo suficiente como para mantener una conversación. «Ian Hamilton», te presentaste dubitativo, y al poco estábamos disfrutando del pudín de ciruelas de tu madre, tras despachar las salchichas y el pan negro que Sonja me había enviado desde Westfalen. Entre risas y tragos de cerveza sacaste la fotografía de tu prometida Laura de la pequeña Biblia que guardabas junto al corazón, contándome las mil y una excusas que inventaste para poder visitarla al taller de bicicletas que atendía en Staffordshire. Fue entonces cuando un inesperado estampido dio por terminado el armisticio, y volvimos a nuestras trincheras con la cabeza enterrada entre los hombros.

No te había vuelto a ver desde ese día. Los mandos han hecho lo imposible para que no se volviera a producir una tregua como la de aquella Navidad y hoy, un año después, tengo en mis manos la Biblia que guarda la fotografía de Laura.

Te juro por lo más sagrado, amigo mío, que viviré lo suficiente para hacérselos llegar, como me llamo Konrad Baumann.

El Señor es mi pastor, nada me falta...

 

B.A.: 2.017


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