Juegos de Fotos (Parte I)

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(Este relato contiene muchos modismos colombianos, de Bogotá más específicamente. Si tienes dudas, comenta abajo con libertad. Muchas gracias.)

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Con mi amiga Ximena nos divertimos mucho hablando por Whatsapp. Ella tiene un gran talento para escribir textos eróticos de una forma poética muy hermosa, y yo trato de estar a su altura y de escribir con suficiente elegancia, aunque a veces no puedo evitar que se cuelen algunas palabras de grueso calibre debido a la calentura que alcanzan nuestras charlas de fantasía.

En una de esas, llegamos al tema de las fotografías en pareja. Ella me decía que tenía una fantasía muy riesgosa pero que la ponía a mil cada vez que pensaba en ella. Lo que me contó fue lo siguiente:

«Mira, Nico, me he imaginado que le pongo una venda en los ojos a mi marido y que también le pongo tapones en los oídos para que quede completamente aislado de los dos sentidos que más usa. Me encantaría acariciarlo con diversos elementos que tengan mi perfume, para que se libere y deje por un momento su psicorrigidez. Pero ahí no termina la cosa: me gustaría que alguien me tomara fotos mientras lo hago, pero de tal forma que mi marido no se dé por enterado. Por supuesto, el riesgo es alto, pero estoy en un punto en el que he decidido dejarme llevar un poco, necesito un toque de adrenalina, me encantaría saberme observada en una situación sexual. Nico, ya que hemos hablado tanto y conocemos muchas de nuestras perversiones ocultas, me voy a atrever a pedirte un favor: ¿quieres ser mi fotógrafo? ¿Quieres ser mi cómplice?»

No lo esperaba, la verdad, debido a nuestras particulares situaciones de tiempo y lugar, pero ya que la oportunidad se daba, los problemas logísticos se podían resolver fácilmente. Por supuesto acepté de inmediato. Yo buscaría una excusa para poder volarme de casa y Xime haría los arreglos para enviar a los chicos a casa de la abuela y poder tener la intimidad necesaria en su casa.

Cuando llegó el día, aprovechamos que el marido se estaba duchando para el encuentro y en cuanto Xime me dejó entrar me escondí en un armario bajo la escalera. Me dijo que vendría por mí cuando Javier, el marido, estuviera ciego, sordo y amarrado. Mi pulso pateaba como caballo pensando en lo que podría salir mal, pero sobre todo, en ver a Xime teniendo sexo, algo con lo que había fantaseado muchas, pero muchas veces. Quedamos en que me avisaba por Whatsapp cuando la escena estuviera lista y que subiera solo con mi teléfono y mis calzoncillos, para más comodidad de movimientos.

Cuando finalmente vibró mi teléfono, yo ya estaba listo. No conocía la casa de Xime así que me movía con la mayor cautela, aunque no era tan necesaria pues los pisos eran de vinilo y yo estaba en calcetines. Vaya cuadro debía estar siendo yo en esos momentos: vestido solo con calzoncillos, medias y un celular grande en la mano.

El cuarto de la pareja era una cosa muy pulcra, casi minimalista, y tenían una alfombra blanca y muy, muy peluda. Me quité los calcetines matapasiones y disfruté del tacto de la alfombra contra la planta de mis pies. Xime estaba sentada sobre la barriga de Javier, acariciándole el miembro con la raya de su hermoso culito. Volteó a mirarme con una sonrisa muy pícara, vestida con una muy pequeña y muy ligera bata blanca transparente que me dejó boquiabierto. Llevaba también una boa de peluche. No esperaba que Xime me permitiera verla en la absoluta, gloriosa y bellísima desnudez así de primerazo.

Estoy seguro que notó mi cara de idiota al ver esas tetas perfectas, redondas y paraditas, de grandes areolas rosadas, y me brindó una sonrisa más amplia todavía mientras se llevaba el dedo índice a los labios pidiéndome silencio. Me señaló su propio teléfono como diciendo "quiero que grabes con ese". Asentí, dándole totalmente la razón. Lo activé y me dí cuenta de que le había quitado la contraseña así que tenía acceso total sin interrupciones.

A medida que el miembro de Javier se iba poniendo duro y erecto por el roce del culito de Xime me iba entrando algo de envidia... parecía ser por lo menos cinco centímetros más largo y como 2 más gordo que el mío, que ya estaba también muy erguido bajo mis coloridos calzones. Pude notar la mirada de Xime en la dirección de mi verga y me asombró verla relamerse, aunque en ningún momento hablamos de que pasaría nada más allá de ser el fotógrafo y ella la modelo que se estaba refregando contra ese muñeco de carne que era el inocente marido. No pude evitar tampoco agarrármela pues mi excitación era muy notoria y era cada vez más intensa.

Me di cuenta también de su pubis rasurado cuando se movió sobre el torso de su adorado esposo y puso su vagina sobre el mentón del pobre hombre, ciego, sordo y maniatado, y la movía de una manera suave pero desafiante sobre la lengua del tipo, que se movía tratando de penetrar a esa bella mujer que se aprovechaba de su temporal desvalidez y que estaba en ese momento tan cerca pero tan lejos.

Xime me miró como diciéndome "bueno, ya, empieza a tomar fotos". Y yo, muy obediente, comencé a obturar en silencio. Tomé unas quince fotos desde varios ángulos, mientras veía a Xime restregarle la cuquita en la boca a Javier al tiempo que, en una extraña contorsión de su cuerpo, le agarraba suavemente la verga con un guante de peluche blanco con motas negras. El tipo estaba que reventaba de deseo pero Xime no le permitía hacer mucho, ella llevaba las riendas en todos los sentidos. Me sorprendí teniendo un impulso nada usual en mí: agarrarle las tetas a Xime y al tiempo manosear ese vergonón que hacía que el mío se viera diminuto. No soy gay (y no le veo nada de malo, aclaro, aunque sigo prefiriendo a las mujeres), pero me dieron ganas de hacer eso.

En mi búsqueda del mejor ángulo resulté a escasos centímetros del cuerpo desnudo de Xime, quien ya se había quitado la bata de seda transparente pero conservaba la boa de piel sintética. Con los ojos me hizo señas de que me acercara más, casi rozando nuestros cachetes, y de repente giró y me dio un beso intenso. Su lengua, sin temor alguno, penetró en mi boca y se atenazó a mi lengua, mientras me acariciaba el enhiesto miembro con el mismo guante de peluche con el que había estado masturbando a su marido.

(Continúa... click en mi nombre para ver más...)


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