Juegos de Fotos (Parte III - Fin)

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Este relato contiene muchos modismos colombianos, de Bogotá más específicamente. Si tienes dudas, comenta abajo con libertad. Muchas gracias.

(Ximena y Nico siguen haciendo de las suyas en esta fantasía hecha realidad, mientras el marido de ella sigue inocente, amarrado y con una venda en los ojos. Sigue para conocer el desenlace...)

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No hubo necesidad de más preliminares... ambos estábamos muy excitados con toda la situación, así que mi pene se deslizó suave y prontamente dentro de Xime, quien abrió la boca y de inmediato se la tapó, y me miraba con sus verdes ojazos muy abiertos, con una sonrisa medio cubierta por su mano rosada pero no tan rosada como sus areolas, como sus pezones que saltaban bajo mi barbilla, que me gritaban "¡chúpanos, chúpanos!" pero desde mi posición era muy difícil. Como pude, acerqué mi lengua hacia sus tetas y comencé a lamer, desesperado, ansioso de meterme completas esas tetotas en la boca.

Xime se quitó la mano de la boca y apenas movió sus labios pero no moduló sonido alguno. Esa boquita redondita me decía sin sonido "clávame, así, rico... hmmm... dame, dame verga, qué delicia" y yo, muy obediente, le hacía caso... empujaba mi verga –no tan grande como la de su maridito pero muy animada– con fuerza contra su pelvis empapada... con cada golpe, Xime reprimía un gemido y yo no pude evitar el chiste fácil... le susurré al oído "Gime, Xime, gime..." y ella soltó una carcajada silenciosa también, y me agarraba mis escasas nalgas y hacía presión hacia su Monte de Venus, hacia su clítoris hinchado que pedía roce, caricias, que exigía placer y me halaba hacia ella con fuerza para lograrlo.

Seguramente sintió mis espasmos porque me hizo salir apresuradamente de dentro de su sexo caliente y dijo sin sonido "no te vengas dentro... lo lamento... ¿lo entiendes, cierto?" y claro, tenía toda la razón. Probablemente estaba guardando algo para el final, para cuando decidiera "premiar" a su marido con una buena clavada. No pude evitar imaginar a Xime recibiendo ambas vergas al tiempo en su cuquita, en un sándwich delicioso (y sobre todo la sorpresa de Javier al sentir otra verga rozando la suya propia dentro del sexo delicioso de su esposita), y me reí en silencio.

Xime me dio a entender que ya iba a finalizar la faena, así que me agarró mi miembro, durísimo y empapado, y comenzó a masturbarme despacio, mientras con su otra mano acercaba su teta izquierda a su propia boca y empezaba a lamer su gran areola en círculos. No recuerdo si le había contado ese fetiche mío, pero lo cierto es que su cara demostraba que estaba disfrutando ver la mía, asombrada y boquiabierta. En el momento en que la ví morderse suavemente su pezón gordito, no aguanté más... sentí un corrientazo fortísimo a lo largo de mi columna vertebral, desde la base de mi cráneo hasta mi perineo, y me vine como pocas veces me he venido... fue un chorro potente, de largo alcance, un tributo a la belleza y al erotismo de Xime. A pesar de traté de evitarla, alcanzó a caerle una buena parte entre las tetotas a Xime, mi Xime, colega y cómplice de esta aventura.

Y el pobre Javier ya no la llamaba, pero seguía retorciéndose, como sospechando algo.

Xime me pidió en silencio que agarrara mi teléfono (que había quedado olvidado por ahí desde el inicio del juego) y que fuera saliendo porque en un rato le iba a quitar la venda al marido. La vi coger un pequeño látigo de peluche amarillo con el que comenzó a acariciar la panza y la verga de la víctima del día. Le mandé un beso y salí apresuradamente hacia el armario donde estaba mi ropa, en donde me vestí lo más rápido que pude y, como habíamos cuadrado anteriormente, le avisé por Whatsapp que iba a abrir y cerrar la puerta para salir, para que no liberara antes de tiempo los sentidos de su marido. Esa noche tuve que masturbarme por lo menos dos veces pensando en todo lo que había pasado y en cómo me hubiera gustado participar más todavía, pero dadas las circunstancias me di por muy bien servido.

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Eso fue un sábado en la tarde. Mi amiga salió a una comisión que la alejó de la oficina por una semana entera, o sea que la vi luego de 9 o 10 días. Creo que lo calculó de esa manera, para que tuviéramos tiempo de dejar reposar lo que había sucedido y pudiéramos vernos tranquilamente a los ojos, celebrando esa travesura silenciosamente, como en efecto fue. Nos cruzamos, tuvimos una sonrisa cómplice mutua, pero no abordamos el tema. Simplemente, se dieron las cosas y decidimos tácitamente dejarlo así.

Por eso mismo me sorprendí muchísimo cuando un par de meses después recibí un mensaje en el inbox de mi Facebook y ví que era Javier, el marido de Xime. Me decía lo siguiente:

"Hola, Nicolás. Creo que no nos conocemos. Soy el esposo de Ximena y me dijo de forma casual que se había enterado que usted es un fotógrafo amateur de situaciones íntimas. La verdad me da un poco de vergüenza contactarlo por esto, pero quisiera darle una sorpresa a Xime, algo diferente, pues hacer una que otra locura está bien a veces. Quisiera saber cuánto me cobra por ir a mi casa y tomarnos fotos, ya sabe, diferentes a lo que uno podría tomar sin perder la concentración. La idea es que ella no se dé cuenta de lo que pasa..."

Ay, Ximena, qué bandida eres.

***** FIN *****

(Click en mi nombre para ver más relatos...)


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