Los 3 discípulos

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     El maestro puso a sus tres discípulos delante, puesto que solo uno de los tres accedería a ser su alumno predilecto. Los otros dos se tendrían que conformar con aprender del mentor en las horas lectivas marcadas. El seleccionado sería acogido por el propio tutor en su seno como si de un hijo se tratara. Sentado frente a los tres, les hizo una pregunta clara: ¿Qué es la sabiduría? Los seguidores se miraron con miedo a contestar porque la cuestión entraba más dentro de la filosofía que de las reglas matemáticas. Uno, más atrevido, se lanzó a ser prudente y contestó que no sabía. El segundo, titubeando, contestó que era la capacidad que tenían unos hombres de ser más listos que otros. Sonrió, además, sabiendo que no se había quedado en blanco como su compañero. Al tercero, le pareció grotesca la respuesta del segundo y quiso ser más profundo a lo que respondió que la sabiduría es la capacidad que tenemos los humanos de diferenciarnos de los animales. El maestro, decepcionado, le dio una segunda oportunidad al primero y éste respondió que para encontrar esas respuestas había cruzado medio continente y que todavía era demasiado pronto para saber qué responder.
 

      El maestro les respondió que, para él, la sabiduría es la capacidad que tenemos los humanos de diferenciar el bien del mal. Los tres, sincrónicamente, hicieron una reverencia al escuchar una de las enseñanzas del ilustre anciano. El primero preguntó que cómo podría él diferenciar el bien del mal. “buena pregunta” respondió e invitó a que le respondiera alguno de sus compañeros. Uno de ellos, viendo que se estaba quitando a un rival a marchas forzadas comentó que el bien es lo que está escrito en las leyes y el mal es lo que las incumple. El otro, contestó que le parecía lo mismo añadiendo que las leyes deberían ser las sociales y las divinas.
 

     El maestro dio por finalizada la prueba y, uno de ellos le recordó que él mismo había dicho que serían tres preguntas y faltaba una. El preceptor, levantándose se dirigió a la puerta de salida y antes de abandonar el templo se giró y les dijo que había dado un punto a cada repuesta acertada o cero a cada respuesta fallada. Por tanto, como el primero había conseguido dos puntos y los demás cero, no cabía la tercera pregunta. Uno de ellos, un poco indignado, interpeló, diciendo que el primero no había contestado a ninguna de sus preguntas, cómo es que había conseguido dos puntos. A lo que el maestro manifestó que seguramente los tres serían grandes monjes en el futuro pero que solo la gente que busca respuestas, necesita un maestro.

 

Basado en una fotografía, de mismo título, del fotógrafo norteamericano radicado en Tailandia Christopher Stair (INSTAGRAM: @staireogram). La foto la puedes ver aquí: http://www.guionesyrelatos.com/fotografo-christopher-stair


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