Un mal despertar (4 minutos)

Por
Enviado el , clasificado en Humor
1210 visitas

Marcar como relato favorito

Todas las madrugadas tras dejar sonar el tercer “bipbip” de mi alarma de última generación, le digo entre bostezos a mi Santa que estoy hasta el moño. Seguidamente me giro, volteo la almohada, estiro el cuerpo hasta hacerlo chasquear y me vuelvo a dormir como un bendito tronco, con una secuencia cuasi perfecta de cinco respiraciones cortas, dos profundas y un ronquido que, por ser ligero, no llega a molestar.

Cinco minutos más tarde el despertador me vuelve a avisar de que soy un afortunado asalariado y que mi querida familia depende de mi esfuerzo. Y yo le respondo a la fortuna rascándome a mano llena, a fin de estimular el torrente sanguíneo y mejorar, por ende, la oxigenación de un cerebro reticente a abandonar la placidez del lecho.

En esas maniobras estoy cuando en la penumbra de la habitación empiezo lentamente a vislumbrar figuritas la mar de raras. Las veo en el gotelé del techo. Claramente puedo distinguir a una joven pareja de amantes haciendo cosas imposibles y, al lado, lo que parece ser la cabeza de un toro al que le falta un cuerno. Parpadeo, y en un instante la pareja ha cambiado de posición y al toro le falta ahora el cuerno contrario. ¡ALUCINANTE!

En dos minutos, espaciando los parpadeos cinco segundos entre sí, observo todas las poses del Kama Sutra... La pareja es infatigable y guarra de manual, tienen que hacérselo mirar.

Se hace tarde, es hora de levantarse, pero despacito. Una hinchazón en la entrepierna me advierte que tengo toda la sangre del cerebro concentrada ahí y no quiero marearme. Sentado en la cama espero a que el asunto se relaje y la sangre fluya a zonas más elevadas. Al tiempo tanteo el suelo con los pies en busca de mis zapatillas de osito. Las malditas se desplazan por la noche, nunca están donde las dejo. Da igual, descalzo hago menos ruido.

Avanzo lentamente hacia el baño guiándome con la luz del despertador que porto a modo de linterna. Sigiloso cual felino completo la mitad del trayecto sin percance alguno, hasta que un pico salido de la nada decide que no tiene otra cosa mejor que hacer que joderme la rodilla. 

Escucho un sonoro ¡¡CRASH!! y hago por contenerme... "Soy bueno, me digo, no hagas ruido...".

Entonces pienso en mi Santa, en los niños, en mis suegros que duermen plácidamente al otro lado del tabique, en el hámster, y en los vecinos del cuarto. Todo ello discurre ante mí en una décima de segundo, y consigo aguantar estoicamente, creo, el segundo entero.

Pero soy intolerante al dolor desde muy pequeño, así que finalmente decido aliviarme y GRITO. Y ya que me pongo, grito sin tapujos y con mala hostia, que soy el hombre de la casa: “¡¡ ME CAGO EN LA PUUUUTA...!!”.

Tan viril suena que me sorprendo a mí mismo, y repito la frasecita, pero esta vez más suave por no importunar más de lo preciso. Y entre mis contenidos alaridos y aspavientos atisbo que debo de tener una fisura gorda, o tal vez rotura, que me exigirá unos días de baja laboral, incluso semanas, que nunca vienen mal por eso de desconectar y ver las cuatro temporadas atrasadas de “Juego de Tronos”. Y sonrío un poquito, dentro de la desgracia por supuesto. 

De repente las luces se encienden y veo a mi Santa levantarse asustada, y antes de que pronuncie la primera palabra caigo en la jodida cuenta de que no estoy en casa, sino en el Hotel Chiclana Majestic, y que es agosto y que las vacaciones comenzaron ayer…

Está vez vuelvo a gritar, pero ahora sin remilgos que para eso soy el hombre de la casa ... :)

Jam Louvier, mayo 2019

 

 

 


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed