La Tía Solange.  

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.- Hijo, ya que va a ir para allá, pásele a dejar este libro a la tía Solange…me lo pidió anoche.

Suena el timbre… ¿Quién será a mediodía?... Solange se cubre con una toalla pues se está vistiendo después de ducharse… mira por el visor de la puerta de su departamento y ve a Tomás, el hijo de su amiga, parado en la puerta. Abre…

.- ¡Tomás! Hola mi amor, entra luego que el viento me puede resfriar.

.- Perdone, Tía, si quiere vuelvo después.

.- No mi amor, entra y espérame.

.- Mi mamá le mandó…

.- Sí mi amor, déjame vestir.

Tomás, tremendamente impresionado al ver a esa exultante femineidad cubierta solamente con una toalla, no puede evitar lo que la naturaleza le manda y en su pantalón se iza su mástil de manera casi refleja…incómodo trata de arreglarlo hacia el bolsillo del buzo, pero ya es tarde; Solange lo ve y su mente se nubla…

.- ¿Pero qué es lo que tienes en el bolsillo? ¿Cómo puedes, a tu edad, andar con trompos o palitroques en el bolsillo? ¿Qué es esto? Y toma su espada rígida mientras él se ruboriza y permanece mudo… ella lo repasa con su mano y él, de nuevo reaccionando de manera natural al mandato de su naturaleza, se derrite y expele, de manera que ella moja su mano y le baja el pantalón mientras procede a acariciarlo, ahora con ambas manos y a secarlo con la toalla que ya no cubre sus desnudeces, mientras él se aferra a ella con ambos robustos brazos buscándola con su boca en cualquier parte de su desnuda piel.

Ahora ya no son más la tía Solange y Tomasito, ahora son un hombre fornido, sano y excitado con una mujer en la plenitud de su vida fecunda, ambos deseosos de aferrarse el uno al otro, de apretarse y no soltarse nunca… y ya no hay palabras… ya no hay formalismos ni argumentos, se traban en la lucha amistosa y placentera, se tiran en la cama y él la amamanta mientras le cubre con su boca ansiosa toda su zona húmeda… y finalmente clava su pértiga en lo más profundo de la zona vital de ella que gime de manera salvaje al sentirse empalada, hasta que los estremecimientos y los torrentes de vida les dejan exhaustos, abrazados, sudorosos, complacidos y agradecidos mientras en el suelo de la entrada yace un libro inocente de su participación.

.- ¿Qué me traías, mi amor?...


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