El último viaje (parte 1ª)

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Media tarde de un extrañamente luminoso día de primavera, nadie diría que apenas hace dos jornadas un manto blanco trataba de cubrir sin éxito los campos, alivio efímero por lo tanto en un tiempo cada vez más seco y desnortado.

Es momento de despedida tras las cortas vacaciones, en casa quedan solo los niños y los mayores, en tanto los jóvenes, como la que ahora cierra la puerta y baja las escaleras, se reincorporan a sus estudios o al trabajo lejos del hogar. Es una mujer tranquila de mirada resuelta, que camina sin prisa disfrutando de cada paso que da por este lugar tan querido, sus poco más de veinte años le hacen sentir todavía el placer de cuando correteaba con sus amigos por estos mismos espacios, las largas conversaciones a la sombra de los castaños en la época estival, las fiestas patronales, los paseos por el campo, el goce de sumergirse en las limpias y siempre frescas aguas del río,... todo ello retorna ahora a su mente al recorrer de nuevo las antes bulliciosas y sin embargo ahora tranquilas calles.

Mil anécdotas y experiencias rememora en su cabeza y no puede evitar que una sonrisa asome en sus labios, como asentimiento de dar por bueno todo lo vivido.

De su madre heredó, además de su hermosa melena rubia y ojos azules, el gusto por las letras, y siguiendo sus pasos se convirtió en periodista. Ahora, terminados los estudios y fresca aún la tinta de los títulos, afronta el reto de escribir su primer artículo para un periódico de tirada local, donde han decidido que merecía la pena darle una oportunidad. El caso es que la fecha de entrega se aproxima y dado que no le indicaron ningún tema específico el primer obstáculo será la elección del mismo.

Cuanta responsabilidad, fiar el futuro inmediato a esta previa y arriesgada decisión.

Lo cierto es que estos días de asueto tenían como finalidad favorecer la visita de las musas y consecuentemente poder completar el encargo pendiente, pero no fue así y la realidad es que el block sigue en blanco y el bolígrafo no ha descubierto su capuchón ni para saludar.

La horas en verdad pasaron volando, azuzadas por un viento glacial y un cielo encapotado, que eso sí, tuvo la deferencia de poner una nota tierna enviando miríadas de motas blancas que se deshacían apenas al tocar el suelo y que contempladas a través de la ventana se asemejaban a esas pequeñas bolas de cristal decorativas donde se pretende encerrar la magia y la ilusión de un paisaje invernal. Dentro el fuego del hogar y las aparentemente infructuosas labores de su padre y hermana pequeña por terminar una casa de hadas, entre los que divertida, tuvo que mediar para lograr llegar a un acuerdo de como debía ser la morada de esos maravillosos seres. En fin, visto ahora, tiempo deliciosamente consumido pero que en este momento se antoja quizás más valioso para haberlo dedicado otros menesteres más productivos.

Todo esto ronda su cabeza cuando a lo lejos divisa la vieja parada situada a las afueras de A Grela, hoy sumamente deteriorada y descolorida, aunque aún se intuye el originario color azul claro y el logo de la caja de ahorros que a través de su obra social posibilitó que se instalase, ambas ahora, entidad y reparto de beneficios entre la comunidad, devoradas por la vorágine de las crisis económicas, impidiendo así más acciones de necesaria inversión solidaria.

Se sienta a esperar en el interior, donde poco hay ya de acogedor y hasta lo funcional casi ha desaparecido, dañado por un incendio sucedido años atrás y con la naturaleza pujando por recuperar de nuevo el espacio arrebatado, extendiendo inmisericorde su manto vegetal por suelo y paredes.

Esta ahora ruina fue en otro tiempo refugio que vio llegar e irse a multitud de personas, mudo y privilegiado testigo de los paseos dominicales de los novios por la carretera, los juegos infantiles, las confidencias, los primeros besos adolescentes,.... es triste ver el aspecto de un elemento tan recordado, tan sentido, tan interiorizado y que ahora yace herido y solo a la espera de un destino incierto.

Alzando la vista y apoyando la espalda en el paramento del fondo se pueden contemplar en primer término las casas de la zona más elevada del pueblo así como la capilla, mientras que el resto de construcciones parecen jugar al escondite ladera abajo, a lo lejos se hace presente el contorno de una sierra, coronada por una larga hilera de aerogeneradores que ponen quizá el punto actual y discordante en un paisaje donde por lo demás predominan los colores pardos y granates del monte interrumpidos ocasionalmente por pequeñas poblaciones en las partes más bajas de las laderas de la montaña  rodeados por reducidos ámbitos donde  un mosaico de de pastos y de cultivos aportan una significativa nota de color.

Tantos años transcurridos y todo sigue siendo tan hermoso como el primer día piensa ella, pocas cosas parecen haber cambiado, al menos en apariencia, aunque también sabe que no es exactamente así. Que fácil  es dejarse llevar por las ensoñaciones y los recuerdos y que la mente vague libre contemplando lo que la naturaleza, y el ser humano en menor medida, han construido en armonía.

Poco falta para la hora en que el autobús  llegue para recoger a los cada vez menos frecuentes usuarios.

En tanto espera recuerda el hallazgo de la noche anterior en uno de los armarios de casa. Muy bien envuelta y conservada encontró una foto antigua en blanco y negro que mostraba a un joven conductor de línea sentado en el asiento su vehículo, sonreía satisfecho y feliz tanto a la cámara, como a la persona que tanto tiempo después le contemplaba. Había algo hermoso y familiar en su rostro, su madre se lo confirmó, era el abuelo, claro, quien sino pensó,  en sus comienzos fue chofer para una empresa que viajaba a Ponferrada, no le había reconocido en un primer momento porque ya le conoció más mayor y nunca había visto ninguna imagen de como era antes.

Estos  pensamientos se desvanecen con el ruido próximo de un motor diesel afrontando la curva bajo la vieja tienda  que en otro tiempo hizo las veces de cochera.

Advertido de que hoy habrá al menos una pasajera, el conductor detiene el transporte y abre la puerta para permitir subir a bordo a la joven, quien luego de abonar su billete ocupa un asiento de los de adelante, pues, aunque normalmente está prohibido hablar con el conductor, como a buen seguro no habrá mucha más concurrencia, podrán hacerse al menos silenciosa y mutua compañía.

Estos días oyó decir a los vecinos que van a suspender el servicio, y probablemente que hoy sea el último viaje, porque ya no es rentable mantenerlo.


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