La chica del pueblo (Segunda Parte)

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El día amaneció con algunas nubes en el cielo y ambiente fresco. Pero pronto, el astro rey ganó la batalla y las nubes se retiraron.

Me duché y me vestí en plan deportivo, como si saliese a correr. Calcetines, zapatillas, pantalones cortos y camiseta. También me puse una tirita en el dedo. Aunque suelo mantener los pies en el suelo y no celebrar victoria antes de que el árbitro pite el final del partido, el día, por muy mal que se diera, prometía emociones. Además, pensé sonriendo, incluso si hoy me pica un bicho, allí esta ella para curarme. Sí, era una peculiar sensación esa de estar en manos de alguien que cuide de ti en todos los sentidos... poco más se podía pedir.

Acabado el desayuno, preparé una mochila con agua, algo de ropa, tiritas de repuesto y una toalla.

- ¡Hola! - me saludó Laura en el punto de encuentro. Vestía zapatillas rosas de deporte, pantalón vaquero corto y una camiseta de tirantes blanca algo escotada bajo la que se adivinaban un par de tetas. Estaba muy guapa.

- ¡Hola Laura! ¿qué tal? - dije intercambiando con ella unos besos en las mejillas.

- Bien, ¿y tú? ¿mejor de la herida? -

- Sí. - respondí enseñándole el dedo.

- Lo vendé esta mañana, aunque siguiendo tu consejo he dejado que la diera el aire durante buena parte de la noche.

- Bien hecho.... ¿Y la nalga qué tal? ¿puedes caminar sin problema verdad?

- Sí, mucho mejor, gracias.

- Pues vamos allá.

Y dejándome guiar por ella nos adentramos en el bosque. Por el camino me iba contando cosas de su vida, del pueblo y de los vecinos.

- Mi mejor amiga es Marta, tiene tres años menos que yo y es un poco traviesa.

- ¿Traviesa? - pregunté.

- Sí... pero sabes... ¿te puedo contar una cosa? - dijo bajando el tono de voz hasta convertirlo en poco más que un susurro.

- Sí, dime. - dije acercándome para oír mejor.

- Pero no se lo digas a nadie, es una especie de secreto ¿vale? ¿prometido?

- Mis labios están sellados.

- Pues verás, su padre... - continuó en voz baja. - Su padrastro para ser exactos, la zurra en el culo. Sí... sabes, cuando se porta mal la pone sobre sus rodillas y azote que te crio - continuó imitando con sus manos el gesto de una nalgada.

- Pero tu amiga es mayor. - dije.

- Sí, pero sigue viviendo en casa paterna y su padrastro dice, según me contó, mi casa mis reglas... ¿qué te parece? -

- Discutible... siempre hay otras opciones. -

- El caso es que a mi amiga. - continuó Laura - le pone un poco cachonda el tema. La última vez me contó... - dijo en voz baja - la última vez hizo una cosa realmente estúpida, algo relacionado con coger el coche sin permiso después de haber bebido. -

- Eso es peligroso.

- Ya ves, imagínate la bronca. Su padrastro uso el cinturón ese día y le puso el culo como un tomate... pero mi amiga... mi amiga se excitó tanto que se corrió allí mismo y empezó a jadear en plan orgasmo. Me dijo que a su padre le pilló totalmente por sorpresa, que su madre también lo vio y bueno, sus padres tuvieron una discusión y desde entonces no la han vuelto a calentar el culo en su casa...

- Que historias. - dije imaginando toda la escena. - ¿A ti te han azotado alguna vez?

- No, nunca. ¿Y a ti? -

- Tampoco, me refiero, alguna vez de pequeño me tocó la zapatilla... pero era un más un golpe donde pillaba ya que salía disparado... y no, no recuerdo que me gustase aquello. Pero vamos, ya de mayor nunca.

Caminamos unos minutos más en silencio hasta llegar a un árbol.

- ¡Mira! Caracoles... ¡que grandes! - dijo Laura parándose y poniéndose de cuclillas para verlos mejor. Me acerqué, pero en lugar de centrarme en los caracoles, involuntariamente mi vista se fijó en el nacimiento de la raja de su culo, que al agacharse, había quedado al descubierto.

Ella se volvió en ese momento y me pilló o eso juraría, pero como siguió como si nada hubiese pasado, olvidé momentáneamente el asunto.

- ¿Qué te parecen los "caracoles"? ¿los has visto?

- Ven, agáchate, mira que despacio se mueven... y toda esa baba que sueltan. -

Me agaché junto a ella y de nuevo, mi cerebro no atendió a las clases de biología, si no que mis ojos, esta vez, se posaron sin disimulo en el canalillo de sus pechos que quedaban a la vista a través de su escotada camiseta. Sus palabras me sacaron del estado semi-hipnótico, devolviéndome a la realidad.

- ¿Qué miras pillín? Primero me miras el culo y ahora no quitas los ojos de mis tetas, ¿te gustan? ¿quieres ver más? -

Me puse rojo.

- Sí... bueno - dije hablando como un idiota. Y ante mi sorpresa, allí delante, se quitó la camiseta y desabrochando el sujetador, dejó sus domingas al aire. No desaproveché la ocasión y llevé mis manos a sus tetas y pellizqué suavemente sus pezones mientras ella cerraba los ojos y se mordía los labios, vivamente excitada.

Los pájaros cantaban en los árboles y el croar de una rana, se oía en la distancia.

- Bueno, fin del show, seguimos. - dijo unos instantes después mientras se volvía a poner la ropa.

Unos metros más adelante, había un claro con unas rocas y decidimos hacer un alto para beber y comer algo que Laura, muy previsora, había traído pensando en los dos.

- ¿Crees que estoy loca? -

- ¿Por qué ibas a estarlo?

- Por lo de enseñarte los pechos así por las buenas... no sé, tú me enseñaste el culo ayer y pensé, bueno... ya sé que no es lo mismo, pero quería, me parecía justo que yo también compartiese algo.

- No te preocupes. Me ha gustado mucho verte las tetas... eres una chica inteligente, divertida y me siento muy cómodo hablando contigo... si estás loca, bueno si esto es locura... entonces, ¡viva la locura!

- ¡Qué viva! -

Estuvimos como una hora más hablando de mil temas y al final nos levantamos.

- ¿Vamos hasta el río? pregunté.

Ella miró el cielo. No muy lejos, unas nubes negras y amenazadoras empezaban a formarse.

- Va a llover... probablemente tormenta. - comentó.

- Un momento. Se te ha pegado algo de hierba en los pantalones. - dije servicial aprovechando para sacudir la parte trasera de sus pantalones.

- ¡Mamá, este chico me está tocando el culo! - dijo en voz alta sorprendiéndome y haciendo que parara en seco.

- ¡Es broma! - añadió viendo mi cara de preocupación. - De hecho, a mí también me entraron ganas de hacer lo mismo con tu trasero, pero me corte un poco, ya sabes, el pinchazo, por si te dolía y eso - dijo con consideración.

- Gracias. Eres un sol. - repliqué.

- Por cierto, ¡qué pena lo de no poder ir hoy al río! - añadí - Yo que había planeado que nos bañásemos en pelotas. -

Los dos soltamos una carcajada.

- Oye, ahora te vienes a mi casa vale. Mi madre ha salido hoy y no volverá hasta mañana. - me invitó.

- Ok. -

Y empezamos a andar a buen paso. La idea de pasar la tarde con Laura sonaba muy bien.

(continuará)


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