La chica del pueblo (Tercera Parte) Final

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Nota:  Me he tomado la licencia de narrar esta tercera y última parte, que contiene más acción, con verbos en tiempo presente. Espero que sea de su agrado.  

- ¡De buena nos hemos librado! - digo mientras observo como las gotas de agua caen con fuerza en el cristal.                  

Me siento en el borde de la cama y echo un vistazo a la habitación de mi anfitriona. Las paredes están pintadas de verde y el techo es de madera. El mobiliario y decoración, aparte de la citada cama en la que se asientan mis posaderas en ese momento; lo componen un par de cuadros con paisajes pintados al óleo, una mesa rosa pálido con cajones, una silla del mismo color y un armario empotrado. También hay una puerta que da acceso a un cuarto de baño interior. Me gustan los cuartos de baño privados dentro de las habitaciones, proporcionan un plus de comodidad e intimidad.  

- Sí. llueve. - responde Laura después de unos minutos de reflexión. - Me gusta la lluvia. A veces es un poco triste, melancólica, otras es romántica y evocadora, y otras, sobre todo cuando hay tormenta, se envuelve en misterio. - concluye mientras se sienta a mi vera.  

- ¿Te asustan las tormentas? - digo mirándola a los ojos.  

 No cuando estoy con un hombre. - dice rodeándome con los brazos.                 

Puedo notar sus senos pegados a mi cuerpo, oír como respira, sentir los latidos de su corazón acelerado y oler el embriagador aroma que emana de su cuello. Luego se separa y nos miramos, deseándonos con la mirada. Y como no podía ser de otra manera, nos besamos en la boca, despacio, disfrutando de cada sensación, de nuestro sabor, explorando con nuestras lenguas cada rincón.  

- Voy un momento al baño y de paso me pongo algo más cómodo.  

- Vale - respondo.                  

Cuando sale del baño, envuelta en una toalla, entro yo. Me lavo la cara y tirando de la cadena para ahogar otros ruidos, aprovecho para hacer un pis y echar algo de aire. A continuación, me lavo las manos con jabón que huele a rosa y me echo unas gotitas de colonia.  

- Listo. - digo al salir.

Ella me espera tumbada sobre su tripita en la cama, con una revista en las manos, fingiendo que lee. La toalla colgando de la silla. Solo lleva puesto un tanga y un sujetador.  

-  ¿Te gusta lo que me he puesto? - dice pícaramente sin apartar los ojos de la revista pero haciendo un sensual movimiento con el culete que no pasa desapercibido. Mi pene crece excitado marcando paquete.                  

Ella lo nota, deja la revista en el suelo y mira directamente hacia mi abultada entrepierna.

-¿Qué haces todavía con esos pantalones?  Ven aquí - dice mientras se incorpora sentándose.

Cuando estoy frente a ella, estira los brazos y metiendo la yema de los dedos tira de mi ropa dejándome desnudo de cintura para abajo. Mi falo erecto, ligeramente inclinado hacia la derecha, queda expuesto, colgando.  

- ¡Hala, como ha crecido el pajarito!  ¡Y ese bosque de pelo alrededor!, todo tan natural, me encanta... - dice mientras agarra mi verga observándola con curiosidad. - uhhhh, que calentita y dura está.... No sabía que tenía tanto poder, ¿De verdad te pongo tanto?  

- Muñeca, eres lo más sexy que he visto en mi vida. Y ese culito tuyo, ya quisiera el mismísimo Miguel Ángel haber esculpido algo la mitad de bello. -

- Haces que me ruborice con todas esas cosas tan bonitas que me dices. -  

- Túmbate por favor. -  la ordeno y ella me obedece tumbándose de nuevo boca abajo.

- Con permiso. - añado mientras comienzo a tocar, manosear y besar sus nalgas.

Luego retiro la escasa tela del tanga descubriendo la jugosa rajita, la observo, la acaricio y la exploro mientras sus gemidos de placer femeninos ponen banda sonora a nuestra particular peli porno.                  

Pasados unos minutos se reincorpora, termina de quitarse el tanga y acercándose a mi altura, se pone de cuclillas y comienza a besarme y lamerme los huevos. La sensación de su boquita húmeda recorriendo mis henchidos cojones es de lo más excitante.

Terminado el juego oral, se pone de pie, se quita el sujetador y caminando desnuda se dirige al cajón de la mesa rosita y saca un preservativo.  

- ¡Póntelo! - ordena mientras se tumba en la cama boca arriba abriéndose de piernas, ofreciéndome su coño empapado de deseo.  

Me pongo la goma todo lo rápido que puedo y metiendo mi miembro entre sus piernas... comenzamos a follar.  

Fuera sigue lloviendo... oscurece. Lluvia y noche, únicos testigos de nuestra danza erótica.

FIN


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