Mi antigua vecina Laura. Examen médico.

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Nota: Laura del Valle Espinosa es un nombre inventado. Cualquier parecido o coincidencia con el nombre real de alguien es pura coincidencia.

Un chico, de unos veintitantos años, se bajó sus pantalones de vestir y sus calzoncillos de marca y encaramándose en la camilla se tumbó sobre su estómago. Al lado, sobre una mesita de metal con ruedas, se podían ver una jeringa grande con una aguja larga y un trozo de algodón.

Era el tercer paciente que el doctor del pueblo, mi tío Pedro, inyectaba aquella mañana. Antes se habían enfrentado a la temible aguja una rubia con unas posaderas contundentes y un hombre de complexión atlética y trasero peludo.

Me llamo Andrés y por aquel entonces acababa de cumplir veintidós años. Tenía el cabello corto y algo rizado, barba y medía metro setenta y ocho de estatura. Llevaba puesta una bata blanca sin abrochar.

Estudiaba medicina y aquel verano había vuelto al pueblo donde pasé parte de mi infancia con el fin de ayudar a mi tío y de paso practicar y aprender.

- Relájese. - Dijo mi tío mientras frotaba el glúteo desnudo que tenía a su merced con el algodón humedecido.

El sonido del teléfono, procedente de la sala de recepción, interrumpió durante unos instantes el procedimiento que teníamos entre manos. Salí a atenderlo mientras mi tío prosiguió con su tarea, clavando la aguja en el culo del joven paciente.

Minutos después hablé con Pedro sobre la llamada.

- El señor Julián tiene problemas de movilidad y he de ir a su casa. Me hubiera gustado que vinieses, pero esta mañana nos queda una paciente. Hay que hacerle un chequeo rutinario, ya sabes. También hay que ponerle una inyección de vitamina B12 ¿Crees que podrás apañártelas? - me dijo.

- Sí - respondí.

- Ok. Pues dejo entonces a Laura en tus manos.

- ¿Laura?

- Sí, Laura del Valle...

- Espinosa. - añadí.

- Sí, ¿cómo lo sabes? -

- Era mi vecina cuando éramos niños - respondí.

El nombre de Laura me trajo un torrente de recuerdos. Mi vecina era dos años mayor que yo y tenía otras dos hermanas más pequeñas, una de mi misma edad. Recuerdo que solía ir a su casa a merendar y a jugar. Jugábamos a imitar a los mayores. Una vez representamos el papel de marido y mujer. Las hermanas de Laura hacían las veces de hijas y alguna vez fingían que se portaban mal y las reñíamos o las dábamos algún que otro azote en el pompis. Como Marido y mujer también teníamos que “dormir juntos", nos acostábamos uno al lado del otro y furtivamente, intercambiábamos algún que otro beso inocente. Otro juego habitual era el de médicos y enfermeras. Utilizábamos lápices como si fuesen inyecciones. Yo inyectaba en el culito a la hermana de mi misma edad que, sin protestar, se tumbaba boca abajo en el suelo. Laura, sin embargo, como era la “mayor”, recibía el pinchazo del “lápiz" de pie de manos de su otra hermana.

Estaba nervioso, con más mariposas de la cuenta revoloteando en mi estómago. Volver a ver a Laura... ¿cómo sería?, ¿me recordaría?

Las dudas se despejaron solo unos minutos más tarde cuando una chica de cabello corto y complexión más bien delgada entró en la consulta. Con el ceño fruncido, se quedó mirándome sin mediar palabra durante unos segundos. Vestía zapatillas de deporte color rosa pálido, camisa blanca bajo la que se adivinaban unos senos firmes y pantalones vaqueros ajustados.

- Yo a ti te conozco de algo. - dijo al fin rompiendo el silencio.

- Hola Laura... no te acuerdas de tu antiguo vecino. Un chico guapo que no tenía barba por aquel entonces...

 - ¡Andrés! Vaya como has cambiado. Con esa barba no te había conocido... bueno la barba y el tiempo que ha pasado. - dijo sonriendo mientras movía la cabeza de un modo que me resultó familiar.

- Tú también has cambiado. Aunque esa sonrisa pícara te delata. Estás muy guapa.-

Hablamos unos minutos más y finalmente pasamos al cuarto. Ella se sentó en la camilla y me ofreció su brazo derecho para la toma de tensión. Terminada la medición, me puse unos guantes de látex semitransparentes, saqué del cajón un estetoscopio y otros utensilios que dejé sobre una mesita de metal con ruedas y sentándome en un taburete me acerqué a Laura para iniciar el examen rutinario.

Comencé examinando sus ojos y haciendo que siguiese con la vista una cuchara de metal. Luego, introduciendo un aparato metálico en sus oídos, exploré su interior.

- A ver el cuello. - dije palpándolo con delicadeza.

- Abre la boca y di ”Ahh"... muy bien, ahora voy a auscultarte. Quítate la camisa por favor.

Laura obedeció quedándose en sujetador. Apoyé el frío estetoscopio justo debajo de su teta y escuché sus latidos.

- ¿Todo bien?

- Muy bien hasta ahora. Túmbate boca arriba por favor. Eso es, ¿notas algún dolor? - dije mientras apretaba con mis manos enguantadas su abdomen.

- No, todo bien.

- Muy bien, levántate. De pie por favor. Ahora inclínate hacia delante, eso, es. Voy a revisar tu espalda. - Y diciendo esto pase el dedo a lo largo de su espalda, presionando ligeramente y deteniéndome justo en el lugar donde esta pierde su casto nombre.

 Ahora viene la parte de la inyección. -  informé.

- Sí. - respondió Laura.

Mientras preparaba la medicina y sacaba la aguja del plástico Laura volvió a hablar.

- La aguja impone respeto... por un momento pensé que usarías un lápiz. - dijo.

- ¿te acuerdas? -  dije

- Como si fuera ayer. Tú eras el que organizaba el juego y yo solo dejaba que mi hermana me pinchase. No me parecía de recibo que mi vecino me viese el trasero... Sin embargo, yo a ti te pinché.

- En serio. De eso no me acordaba. - dije poniéndome un poco rojo.

-  Sí, sí, te pinché un día... pero bueno, hoy tu diriges.

La inyección estaba lista. Mojé el algodón con alcohol.

- Vamos a ello. Bájate los pantalones y... como prefieras puedes tumbarte o apoyarte en la camilla.

- De pie... como en los viejos tiempos.

La muchacha se bajó los vaqueros y las bragas dejando la totalidad del culo a la vista. Era un hermoso trasero con dos nalgas bien perfiladas y una rajita deliciosa.

- Bonito culete. Ha merecido la pena la espera. - dije

- Buff - respondió la muchacha.

Al frotar la nalga con el algodón la noté tensa.

- Relaja el glúteo Laura. Será un minuto.

- ¿Va a doler? -

En lugar de responderle aproveché el momento de distracción para clavar con habilidad la aguja. Luego, apretando el émbolo con medida lentitud, fui inyectando la medicina.

- Ya está. - dije unos segundos después mientras extraía la aguja del músculo y frotaba la zona.

- ¿A que no ha sido para tanto?

- No, la verdad es que se te da bien. Tu novia debe de estar encantada de tener a un chico tan habilidoso.

- No tengo novia.

- Interesante. Bueno, en ese caso puedes venir a mi casa esta tarde si quieres.

- ¿A qué vamos a jugar?

- A esto. - respondió besándome en los labios mientras sus manos se posaban en mi culo.

Luego separándose me dijo sonriendo mientras acariciaba mi rostro.

- Tu barba pincha.

- ¿Quieres que me afeite?

- No. Pinchas muy bien. - dijo volviendo a besarme. Esta vez con lengua.

 


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