El culo y el culete. Erotismo e inyecciones entre vecinos.

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Los muelles de la cama chirriaron cuando el hombre se levantó. María, que hasta ese momento dormía plácidamente en el mismo lecho que su vecino se despertó. La luz se colaba con fuerza a través de la ventana y le costó más de lo habitual abrir los ojos. Se estaba muy a gusto allí con el calorcito y las caricias de la sábana y ese olor a varón tan agradable. Finalmente, venciendo la pereza, se estiro de una manera que le habría valido la reprimenda de cualquier profesora de buenos modales y se puso de lado abriendo los ojos poco a poco. Sergio estaba allí de pie, completamente desnudo. María contempló con interés el culo peludo y firme de su amante, su espalda ancha y sus muslos y piernas que tampoco andaban escasos de vello. Sonrió recordando la noche de pasión y ternura. Aquel hombre sabía cómo besar y sabía cómo acariciar, tenía el don de tocar en el sitio y en el momento oportunos.

Sergio, inmerso en sus propios pensamientos, se rascó la nalga derecha y echó a andar hacia el cuarto de baño. Abrió la puerta y sin molestarse en cerrarla del todo, levantó la tapa del inodoro, se tiró un pedo y orinó ruidosamente. Luego abrió el grifo para lavarse las manos.

María se levantó y en camisón se dirigió al lavabo. Allí abrazó a Sergio cogiéndolo por la cintura y luego agarró el cepillo de dientes y echando pasta comenzó el cepillado. Su compañero la imitó un minuto después iniciando una conversación justo antes de empezar.

- Buenos días tesoro. ¿Qué tal ha dormido mi princesa?

María escupió la pasta que tenía en la boca y se enjuagó antes de contestar.

- Muy bien. - dijo con cara de felicidad.

A continuación se acercó a la taza, bajó la tapa y bajándose las bragas hasta las rodillas y arremangando el camisón se sentó en el trono y alivió su vejiga. 

- ¿Nos duchamos? - preguntó el varón.

- Vale. - respondió su vecina desprendiéndose del camisón y las bragas.

Se besaron con pasión mientras el agua caliente de la ducha caía sobre su piel.

************************

Por la tarde, poco después de comer. El teléfono móvil de Sergio sonó.

- Sí. -

- Soy María. -

- ¿Cuánto tiempo María? Me echas de menos.

- Sí, eso también, pero te llamaba por otro tema. Un favor.

- Cuéntame. -

- Te acuerdas de mi amiga Yolanda la profesora de música  de la que te hablé. Bueno, ha venido a visitarme. Resulta que el médico le mandó unos sobres para tomar, pero es incapaz, probó con uno y dice que no le gusta, que su estómago no lo tolera.

- Ya veo. - respondió Sergio sin saber todavía a donde quería llegar su vecina.

- El caso es que lo consultó y le dijeron que también existía el medicamento en formato inyectable. -

- Esa sería una solución.

- Ya, eso es lo que le dije. Pero las agujas le dan miedo y aunque ha comprado la inyección en la farmacia, no se decide a ir a la consulta. Le dije que tú habías hecho un cursillo hace tiempo y que sabías poner inyeciones. ¿No te importaría venir e intentar convencer a mi amiga?

- Vale, ¿cuándo quieres que vaya?

- Pues si puedes, ya mismo.

********************

En el salón había un piano negro y Yolanda, en ese momento, estaba tocándolo. Sergio se quedó hipnotizado, la música era preciosa y la pianista era lo más hermoso que había visto en su vida. Una de esas chicas que se cruza contigo en la calle y hace que te des la vuelta aun a riesgo de golpearte con una farola. Llevaba puesta una camisa roja y pantalones blancos sujetos con un cinturón del mismo color.

- Hola. ¿Tú debes ser Sergio? - dijo levantándose para saludar al recién llegado.

- Sí, soy el vecino de María. - respondió este saliendo de su trance y pensando que nunca había visto unos senos tan perfectos.

- ¿Tocas? -

- ¿Perdón? - dijo pillado en falta.

- Digo que si tocas el piano. A mi me relaja.

Mi vecina intervino en ese momento pellizcando el brazo de su amiga.

-¡Ay qué haces! - protestó la víctima.

- Bajarte del pedestal y tratar de que "tu doctor" se relaje. -

- Bueno, bueno. Deja a la chica que la vas a poner nerviosa. - intervino Sergio sonrojándose e intentando recuperar algo de autoridad.

- La ampolla y la jeringa están en la bolsa. Ahora traigo el alcohol y el algodón. - intervino su vecina.

- Me dan miedo las inyecciones. - Confesó la chica. 

- No te preocupes, estás en manos del mejor. - dijo Sergio.

- Y el más modesto. - añadió María haciendo sonreír a su amiga.

- ¿Dónde lo hacemos? - interrogó "el doctor"

- Aquí mismo. Creo que el tresillo servirá. - intervino María de nuevo.

************

Minutos después la inyección estaba preparada.

- Llegó el momento. Bájate los pantalones y túmbate. - dijo Sergio con voz profesional.

Yolanda se mordió el labio indecisa y mecánicamente se desabrochó el cinturón y se bajó los pantalones y las bragas dejando su bonito culete al aire. 

María se sentó en medio del sillón.

- Ven aquí. Vamos, túmbate en mi regazo. 

La paciente obedeció.

- Tranquila. Será un minuto. - dijo María acariciándole el pelo.

Sergio se acercó con la inyección y el algodón empapado en alcohol.

- La aguja es muy larga. - protestó Yolanda.

- Silencio. - dijo María dando un azote en las nalgas de su amiga. - Pareces una niña pequeña. Te creía más valiente. Relaja ese culo.-

- Sabes Yolanda. - dijo el vecino mientras frotaba el glúteo derecho. - Chaikosky es mi compositor alemán favorito. -

La muchacha reaccionó al comentario.

- Chaikosky es Ruso. De hecho... -

Sergio aprovechó la distracción y clavó la aguja de manera impecable.

- Auf. -

Luego, con medida lentitud, apretó el émbolo de la jeringa introduciendo el líquido en el músculo de la chica poquito a poco.

- ¿Duele? - preguntó.

- Un poco. - masculló Yolanda.

- Ya está. - dijo Sergio sacando la aguja y masajeando con el algodón la zona del pinchazo.

- ¿Ya está? Pues ha sido menos de lo que esperaba. Pinchas muy bien.- respondió la chica.

- Ya te lo dije. Es un profesional. - añadió María.

-  Ya puedes vestirte. - 

La muchacha se incorporó y se subió las bragas privando a los presentes de contemplar su deliciosa rajita y sus no menos interesantes nalgas. Luego hizo lo propio con los pantalones blancos, abrochando el cinturón.

- María tienes un chico que vale mucho. -

- Es mío. - respondió la aludida dando un "pico" en los labios a Sergio.

- Pero se puede compartir digo yo.- comentó la pianista.

Sergio seguía la conversación con interés. Tenía curiosidad por saber en que acabaría todo aquello. 

Fin


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