Aníbal, el inmortal - parte final
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11- EL ELEGIDO
El boom de Santa Carmen se dio al segundo año cuando fueron abiertos grandes complejos hoteleros, porque ya no cabía una aguja en ningún lugar en los días en que moría y resucitaba Aníbal. Para esa fecha las parejas llegaban a raudales no sólo para casarse sino también para pasar la luna de miel; y matrimonios traían a sus hijos recién nacidos para el bautizo, movidos por la esperanza de que la catalepsia de Aníbal se les contagiara y vivieran para siempre; y parientes traían a sus muertos para ser velados y enterrados en el pueblo, con la esperanza que imitaran a Aníbal y volvieran al ceno de la familia. Así que después del entierro de los difuntos foráneos sus familiares se quedaban haciendo guardia delante del cementerio, pero ninguno volvió nunca del más allá, solo Aníbal era el elegido.
Para ese entonces Aníbal ya vivía del diez por ciento de todo aquel que lucrara con su nombre, menos de Estevanéz, con el cual el negocio era del cincuenta por ciento para cada. Pero hacerse rico de morir y resucitar tenía también sus problemillas. Un día Aníbal tuvo que presentarse en la oficina regional de la AFIP, en una ciudad cercana. Cuando se presentó la empleada le preguntó por su profesión.
Autónomo, respondió Aníbal.
¿Autónomo de qué?, insistió la empleada. Aníbal se quedó helado sin saber qué decir, ¿decirle qué? ¿A qué profesión correspondía morir y resucitar? Optó por la corta.
Trabajo de morir y resucitar, dijo finalmente. Y como la empleada le dijera que eso no era profesión sino un don solo concedido por Dios a su hijo Jesucristo Aníbal dejó el asunto en manos de sus abogados.
Ser rico es más difícil que ser pobre, se dijo y volvió a Santa Carmen en seguida, porque la fecha de volver a morir estaba cerca.
El nuevo intendente, que era uno de los íntimos amigos de Aníbal, ese año inauguró la primera "Fiesta Anibalista mensual", con lo que Aníbal no pudiendo negarse a recibir su parte de la torta volvió a decirse que ser rico es más difícil que ser pobre.
Al tercer año vino al pueblo una comitiva de un partido vecino, ofreciendo varios millones de pesos para que Aníbal se fuera a vivir a dicho partido. Pero Aníbal pensó que su suerte podría cambiar si se mudaba del pueblo por eso no aceptó la millonaria propuesta, prefiriendo quedarse en esa especie de cinta de Moebius en que se había convertido su vida.
Por las dudas, dijo y añadió, no vaya a ser que me muera de verdad y para siempre.
Fin.
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