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Tanaka no soportó el rechazo de Mariko, la hija del señor Nakayima. Pensó que la vergüenza a la cual se vería enfrentado solo podía quitársela mediante el seppuko. Para ello había elegido el bosque de Aokigahara, el llamado mar de árboles, haciendo caso omiso de lo que se decía sobre demonios y fantasmas de niños y ancianos que, en una época remota en que una gran hambruna asoló al país, habían sido abandonados allí para que murieran, y a los carteles de advertencia a los suicidas que acudían con frecuencia al bosque para dejar este mundo. Tanaka había leído en "El completo manual del suicida", de Wataru Tsurumi, que recomendaba el bosque de Aokigahara como el lugar idóneo para quitarse la vida.
Tanaka eligió para su viaje al más allá un hermoso prado a la orilla del lago Motosu-ko. Tendió la esterilla de bambú sobre el pasto, se sentó en la posición de rodilla seiza, depositó delante suyo la daga Tanto y un paño blanco. Después de beber un sorbo de sake escribió un sentido zeppitsu de despedida, donde describía su drama y les pedía perdón a sus padres. Finalmente se desabotonó la camisa, envolvió la empuñadura de la daga con el paño y cuando estaba a punto de cumplir la parte final del ritual de desentrañamiento se le ocurrió que tal vez la daga no estuviera afilada adecuadamente, haciendo que el sufrimiento de la muerte fuera mayor pero innecesario; entonces se levantó, se bajó los pantalones y se hizo una pequeña incisión en el muslo de una pierna. Tanaka nunca había visto sangre en su vida, por eso fue una sorpresa decepcionante comprobar, mientras desfallecía, que todo intento de apagar el dolor y la vergüenza provocados por el rechazo de Mariko sería en vano. Cuando recobró la consciencia empezó su vida de fantasma viviente.
Fin.
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