Porfía

Bien que le habían dicho que a la dueña de la pensión le gustaba sacarle el cuero a la gente. Bien que se lo advirtieron, pero el muy porfiado no hizo caso, argumentando que su vida era tan transparente como un cristal. Si tan solo hubiera escuchado las palabras de los sensatos. Pero no, él dijo que no tenía nada qué ocultar, que "eso es cosa de políticos". Si al menos... pero no, no quiso escuchar y al otro día de haberse mudado a la pensión lo encontraron tirado cerca del río con el cuerpo en carne viva. 

                                                               Fin.