La Proeza (IV)

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La malvada de Carmen II no me ha confirmado nada. La he vuelto a llamar y ni lo coge. No lo pienso y me planto sobre las 02.00 bajo sus bloques. No la veo. Hay gente en los bares cercanos. Me encanta el ritmo nocturno de agosto. Bajo del coche para tener más perspectiva, y entonces contemplo entre aliviado y horrorizado (¿podré con un quinto?) a la hija de Venus como yo la llamaba, o a cualquiera de las tres gracias de Rubens, como mentalmente la denominaba. Viva la voluptuosidad del espíritu, pues yo soy muy espiritual. Sabe que me muero por ella y me hace sufrir adrede. Viene hacia mí riéndose, pero no entra en el coche, parándose ante mí. ¿Te da miedo dormir solo? No respondo, intentando parecer duro y silencioso. Me pasa por la cabeza ponerme de rodillas e implorarle, pero no llego a tanto. No entiende que estoy a un paso de coronarme en el Olimpo de los Machos. Ella estalla en una risotada diabólica y por fin se mete en el coche. Retorcida. Le gusta hacerme sufrir. No me ha dado ni dos besos.  Me apetecía estar contigo un rato, le suelto como un gatito pidiendo perdón. Entonces me da un besito en la mejilla mientras me llama tonto, y eso es suficiente para Gorki. Gorki sigue vivo ahí abajo. Carmen II es tremenda, quiere una cervezona en casa, y nos tomamos al final tres cada uno, mientras contemplo sus muslos y sus labios y escote. Gorki es indestructible, pienso, porque soy yo el que sabiendo lo que se juega (mi reto) toma la iniciativa y alcanzo a estimular todas sus zonas espirituales, porque yo soy muy espiritual. Cuando presencio cómo disfruta el espíritu de Carmen II, me veo capaz de todo, no necesito química externa, la interna que he generado endógenamente me lleva a creerme un superhombre, y aunque lógicamente todo se retarda mucho más de lo recomendable para mi nivel físico en esos momentos, el volcán acaba erupcionando en lo que ha sido la batalla carnal más larga de mi vida. ¿Qué te ha pasado? Creía que te iba a dar un infarto, me dice algo estupefacta. Estaba algo cansado por la hora, nada más, le respondo volviendo a encajarme la mandíbula. Lo he conseguido, y me tumbo a su lado exhausto y sudoroso, como si me hubieran pegado una paliza, y con Gorki pidiendo el divorcio y rehabilitación. Y como le prometí, nos dormimos finalmente. Quinto Coito(¡¡¿Quinto Coito?!!): 05: 20 horas.

Volviendo al presente
Mi amigo ha puesto varias veces cara de incredulidad con mi relato. Como va más bebido que yo, pues yo he hablado más, no atina a decir nada. Abre la boca un poco, incluso eructa. Mi relato solo merece un eructo. No sé si se ha enterado bien, pues yo me he acabado emocionando y he hablado en demasía. Pagamos en silencio, y nos prometemos no revelar nunca lo mutuamente confesado. Nos apretamos la mano y nos despedimos.

Reflexiones finales
Haber recordado en voz alta esta historia ante alguien, mientras me oía a mí mismo, así como escribirla, me ha supuesto pensamientos paradójicos, enfrentados, extraños, incluso vergonzosos.

Por un lado, rememorar las andanzas de la efímera juventud es melancólicamente hermoso y embriagador. Por otro lado, rememorar lo que ya se ha ido para siempre es cruelmente doloroso. Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la yerba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo...Tener de nuevo 24 años, tener fuerza y vigor, amar de esa manera a mujeres también jóvenes...Todo se ha marchado para siempre. Me volví a sentir un Dios del Olimpo, que vivía en una casa de cristal. Volver a ser inmortal.

Mientras lo contaba o mientras lo escribía, me parecía un relato inmaduro, infantil, machistorro y vulgar. Paralelamente, necesitaba confesarlo, como si hubiera una necesidad no de ser admirado por ello, sino de redención, de admitir una conducta asquerosilla por mi parte. No oculto, para colmo de contradicciones, que aún me produce orgullo de macho bravío, no puedo evitarlo.

Todos estos pensamientos se mezclan revoloteando en mi cabeza ya puretona, sin juzgarme a mí mismo. Los dejo revolotear como tantos otros pensamientos que me atormentan. Todos esos pensamientos supongo conforman una buena neurosis. Voy a buscar un buen psicoanalista.

Nota Aclaratoria:
*la hora de los coitos refleja la hora en la que finalizaron los mismos.
*Gorki y yo hicimos las paces, estableciendo una relación más sana desde entonces.
* La disforia postcoital que crecía tras cada contacto con las damas fue molesta, pero asumible. No ha vuelto a aparecer en mi vida.

* Salvo María, perdí el contacto con el resto de mis amigas con la estampida voraz de la vida adulta. María conoce el relato, pues se lo pasé hace año y medio. Me dijo por email, que se quería tomar otra copichuela conmigo.

 


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