Horas extra en la oficina. Escena.

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El sol se ocultaba tras los edificios. Pronto la luz artificial de las farolas crearía nuevas sombras. Dentro del edificio, con los neones encendidos, dos trabajadores ultimaban su jornada haciendo horas extra.

- Estoy hasta los cojones. - dijo Jorge estirándose y levantando su vista del ordenador.

Laura le miró con rostro cansado y respondió.

- Ya tío. Pero Miguel la cagó y aquí estamos. Estoy hasta el mismísimo coño de Miguel, del cliente y de toda esa banda de idiotas que no tienen...

- Bueno, bueno, relájate un poco... no vayas a montarla mañana... Recuerda que Miguel es tu jefe.

- El muy tonto... además, ¿quién eres tú para decir que me calme? Si tu has empezado a decir eso de que estás hasta las bolas de no se qué...

- Es cierto. - sonrió el empleado. - Culpable.

- Si es que... sois todos unos petardos y unos inútiles...

- ¿Yo también? -

- ¿Eres un tío no? Pues eso

- Oye, te estás pasando un poco, ¿no crees? 

- ¿Y tú tienes la culpa? Eres tan...

- Oye guapa. No sé qué te pasa, o sí, entiendo que estés hasta el... moño de todo esto o quizás hace mucho que no mojas... me importa un comino... pero hoy... 

Laura puso cara de cabreo e indignación y Jorge paró de hablar.

- Oye perdona... no quise meterme en tu vida sexual... yo

- No, si tienes parte de razón, es que estoy cansada y sí, necesito alcohol o algo fuerte para quitar toda esta tensión... Vamos, una buena... - contestó poniéndose roja.

Jorge no la dejó terminar.

- ¡Calla! - la interrumpió.

La muchacha dejó de hablar confundida.

-¿Te puedo dar un buen morreo? - continuó el chico.

- ¿qué dices? - replicó Laura.

- ¿Eso es un sí?

- Esto...eh

     Jorge aprovechó el momento para besarle la boca y Laura reaccionó dándole un guantazo.

- ¡Fresco! - le dijo. - Quieres mambo... pues si eso es lo que quieres, tengamos mambo.  

Y diciendo esto besó a su compañero con auténtica ansia usando la lengua y pegando su cálido cuerpo.

Terminado el ósculo, la conversación, si es que no había llegado a este nivel todavía, pasó a ser definitivamente calificada de "solo para adultos".

- Bájate los pantalones. Quiero verte el "pajarito".

Jorge obedeció liberando su miembro.

- Servirá... querías que me tranquilizará... pues esta es tu oportunidad. -

Y diciendo esto se inclinó sobre la mesa y se desnudó de cintura para abajo, dejando las nalgas al aire.

Jorge se acercó indeciso, algo sorprendido por el bonito espectáculo que tenía ante sus ojos.

- Hay preservativos en el despacho del jefe. - explicó su compañera en plan profe.

Juan se subió y sujetó los pantalones con ambas manos para poder caminar y fue, como pudo, casi de manera cómica, con su ya crecido pene al aire, en busca de la goma.

De vuelta, Laura se reincorporó y le ayudó a ponerse la protección. Luego, girándose se nuevo y recostándose sobre la mesa aguardó nerviosa y excitada, con la vagina empapada de deseo, la visita de la verga.

La penetración no tardó en llegar, y con ella la orquesta de jadeos. A pesar de el anhelo que existía por ambas partes, el empleado y la empleada llevaron a cabo un acto controlado y duradero, alargando de manera deliciosa las envestidas y estimulando otras zonas erógenas. 

Los senos de Laura, coronados por erectos pezones disfrutaron de las atenciones de Jorge que, hábilmente, jugaba a pellizcarlos y acariciarlos con maestría. Al mismo tiempo, Laura movía su trasero tratando de dibujar círculos que contrastaban con el movimiento vertical de la inserción. Movimientos, círculos, contoneos, que contribuían a aumentar el placer de ambos. Fruto de este entendimiento generoso, fue el orgasmo que ambos alcanzaron.

Minutos después, con una sonrisa en sus rostros y cierta calma en sus cuerpos reanudaron el trabajo.


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