Susurros (3/3)

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Enviado el , clasificado en Terror / miedo
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Allí, bajo la tenue luz de la luna, arropado por ella como una madre lo haría con un recién nacido, descubrí al ser responsable de la pérdida de mi juicio. Aunque escasa, la luz que proporcionaba nuestro satélite era suficiente para distinguir sus rasgos de pesadilla. Se encontraba agachado en el claro que había a escasos metros, su piel grisácea y cuarteada apenas conseguía tapar sus huesos. En aquella postura, sus vértebras sobresalían notablemente y pude notar alguna deformidad en ellas. Al igual que las costillas, que dejaban su marca en la piel como un hierro al rojo vivo. Sus brazos, carentes de musculatura alguna eran anormalmente largos, casi el doble de los de un humano normal, cuyas manos exageradamente grandes, terminaban en unas uñas puntiagudas. Pude observar que su cuerpo estaba repleto de costras, desde la espalda y el pecho hasta los pies. Sus piernas, si bien eran lo más parecido a humano que tenía esta criatura, no dejo de asombrarme el hecho que eran ridículamente cortas en comparación a los brazos, aunque mucho más musculosas. Carecía de pelo alguno, y su piel, grisácea como dije, daba la impresión de estar recubierta de alguna sustancia que lo hacía reflejar en cierta medida la luz de la luna. Si esta imagen no fuese suficiente para perturbar la mente de cualquier ser consciente en la Tierra, sin duda, la imagen de su cara, sería el detonante para caer de lleno en el mundo de la locura. Su cabeza era completamente redonda, de los lados le caían como tristes cascadas oscuras unos mechones de pelo. Dos pequeñas aperturas actuaban como fosas nasales ausente de cartílago. Mantenía la boca entreabierta, igual por la necesidad de complementar la respiración a través de ella, o bien por la deformidad de la mandíbula, en cualquier caso, pude observar su hilera de dientes, algunos cortos y deformados, otros largos y afilados los cuales se sobreponían unos con otros, todos con un ligero tono grisáceo también. Si bien este mosaico horrendo de existencia imposible no fuese suficiente, apenas pude reprimir un grito ahogado de espanto al ver sus ojos. Extraordinariamente grandes ocupaban buena parte del rostro de aquel ser. Eran de color negro sin ninguna otra tonalidad, aunque se podía apreciar una ligera capa encima de ellos, como una tela, lo que me hacia recordar inmediatamente a cualquier otra criatura ciega de la vida común. Seguramente estos seres eran ciegos y debían guiarse por un oído extraordinariamente eficaz.

Me quedé de piedra ante aquella visión absurda y mi mente sólo buscaba una forma de salir de aquel lugar de pesadilla. Me disponía a salir de la cabaña lo más silenciosamente posible, mi coche estaba a unos escasos 5 o 6 metros del lugar por lo que si no hacía ningún tipo de ruido podría llegar a él y marcharme de allí. Camine con sigilo dentro de la cabaña, mi corazón dio un vuelvo cuando a cada pisada oía crujir la madera del suelo. Aun así, llegué hasta la puerta y la destranqué, mi mano se posó en el picaporte, pero un horror indescriptible me paralizó cuando volví a escuchar aquellos susurros justo al otro lado de la puerta.

<< Hiiiik, Hiiiik, Haaaak >>

Los dos primeros sonidos sonaban exhalados débilmente de una garganta, mientras que el tercero daba la impresión que era inhalado de forma agónica.

No podía salir, el miedo me atenazaba y mi cuerpo era incapaz de reaccionar a las órdenes de mi cerebro. Volví a atrancar la puerta, retrocedí lentamente dentro de la cabaña y me metí debajo de la cama y recé, recé a no se que Dios del cielo para que consiguiera que llegase otro día y poder largarme de allí. Durante varias horas los susurros me repetían una y otra vez, mezclados con golpes y gemidos de algún que otro pequeño animal que desafortunadamente pasase por la zona. Los pude oír hablar entre ellos, pude oírlos comer, moverse, todo ello alrededor mío… 

<< Hiiiik, Hiiiik, Haaaak >> << Hiiiik, Hiiiik, Haaaak >>

Sin saber cómo llegó un nuevo día y el monótono sonido del motor de gasolina estaba nuevamente en el aire. Salí de debajo de la cama y con mano temblorosa abrí la puerta de la cabaña. Pude comprobar que había otro coche más que el mío y deduje que el recepcionista había vuelto. Entré en la recepción sin decir ni una sola palabra y me mantuve de pie mirando al recepcionista. Éste seguía leyendo el mismo periódico de ayer y hoy, al igual que ayer, no dijo ni una sola palabra cuando entré en la cabaña y en esta ocasión yo tampoco dije nada, seguía en shock. Tras unos segundos el recepcionista bajó el periódico ligeramente para observarme por encima de él, creo que permitió así unos segundos mientras yo miraba fijamente a un punto invisible en el vacío. Dobló lentamente el periódico que tenía entre manos y lo dejó encima de la mesa, luego preguntó:

- ¿Desea marcharse señor?

Yo sólo asentí con la cabeza.

- Bien – dijo – Cuando llegué estaba el motor de gasolina apagado, espero que no haya tenido ningún problema.

No dije nada, simplemente saqué mi cartera del bolsillo trasero de mi pantalón, pero el recepcionista me hizo un gesto con la mano para que parase y dijo:

- No es necesario señor. Creo que debería marcharse ya.

Del mismo modo que había sacado la cartera la volví a guardar. Ninguno dijimos nada más. Yo salí de la recepción y caminé hacia el coche. Algo terminó de perturbarme mientras andaba por la zona y era la ausencia total de huellas de ningún tipo en el exterior. Estaba seguro de que aquello que había vivido la noche anterior fue real, en tal caso, ¿cómo es que no había ninguna prueba de ello aquí fuera? Saqué las llaves del coche y abrí la puerta del piloto absorto en mis pensamientos. Algo me obligó a darme media vuelta antes de subirme al coche y pude contemplar con un escalofrío, que el recepcionista estaba de pie, debajo de la puerta de la cabaña de recepción mirándome fijamente. Seguramente mi pobre mente me jugó una mala pasada, porque de lo contrario, dudo mucho que hubiese podido ver un tono ligeramente grisáceo en la piel del recepcionista.

 

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