Los perros de Sittstaund - 02

El sacerdote alentaba al grupo a que avanzasen sin descanso.

- Está cerca, lo presiento – decía.

Algunos dudaban, otros, estaban dispuestos a seguir a su guía hasta el final, pues comentaban a gritos que ellos también sentían la presencia. Rápidamente, el desconcierto y la desconfianza brotó de los corazones de unos y otros. Las discusiones fueron subiendo de tono y finalmente, se desató el horror.

Los seguidores del clérigo arremetieron a golpes contra los que no querían seguir avanzando. Piedras afiladas y algunos cuchillos fueron utilizados como armas, en un frenesí de matanza. La sangre bañó rápidamente el lugar y el silencio que siguió a los gritos agonizantes y ruegos de súplicas, solo fue quebrado por las plegarias del sacerdote a su dios profano.

- Ashar larkelá serat at kasar it lam Ashar guíanos oh señor – fue la plegaria del sacerdote, lanzada a al oscuro cielo de la caverna.

Fue entonces cuando una brisa helada llegó hasta donde se encontraban, y un susurro llegó con ella.

- Shaaa Lefaaaaar e rummmm.

El visitante reprodujo aquellas palabras en un tono que me heló la sangre. Cabe destacar el hecho, que mientras las pronunciaba, el resto de los parroquianos permanecieron en silencio, atónitos, lanzando miradas interrogativas a mi interlocutor. Él, ignorándolas, prosiguió su relato.

Contó, que el clérigo los llevo a través de un oscuro túnel, que se adentraba hasta las entrañas mismas de la montaña. Al paso de las antorchas, la luz danzante del fuego dejaba ver unos extraños bajo relieves, esculpidos en la misma pared rocosa de la montaña. Formas grotescas e indefinidas adornaban el túnel, siendo antiguos testigos de una religión casi extinta.

Así llegaron al final del camino, donde, una gran puerta redonda construida en brillante piedra negra los recibía. Alzando sus antorchas para ampliar el radio de luz, pudieron vislumbrar unas raras inscripciones alrededor de la misma.

- ¿Es aquí? – preguntó uno de ellos.

El sacerdote avanzó lentamente hacia la puerta, extendió su mano y la tocó con la palma. Algunas personas del grupo dieron un paso atrás, al ver, como la puerta parecía palpitar una extraña luz al contacto con la mano del clérigo.

- Más luz – ordenó el sacerdote.

Rápidamente, los portadores de las antorchas rodearon al clérigo obedeciendo así su orden. Ahora, más cerca de la puerta, pudieron observar que estaba tallada en obsidiana negra y que, de alguna forma, parecía absorber la luz de las antorchas, haciendo que su cara exterior brillase y emitiese débiles latidos.

Alrededor de la puerta y talladas en la misma roca, las inscripciones eran ahora más visibles, aunque escritas en una lengua muy antigua, más incluso que la edad del hombre, parecían no ser un misterio para el clérigo, no así para el resto de sus acompañantes.

- ¿Qué es lo que pone? – preguntó casi en un susurro el hombre más próximo al sacerdote.

Aquel pareció leer un segundo las runas, luego, dijo:

- “Aquí descansa el cazador con su jauría. Fuego y muerte, aullidos y muerte. Entre mundos habita. Esta puerta esta sellada. Solo aquellos que entreguen la vida aún sin conocer de la creadora de vida, junto con la sangre de ambos, podrán recibir la bendición de Ná-ttartem”.

El sacerdote permaneció en silencio observando la gran puerta negra, mientras, el resto del grupo se miraron unos a otros sin entender el significado de aquellas palabras. Únicamente el crepitar del fuego y un débil zumbido proveniente de la puerta, fueron los sonidos que quebraban el silencio del ambiente.

- ¿Qué significa la inscripción? – preguntó uno de ellos al sacerdote.

El clérigo permaneció en silencio unos segundos, forjando las palabras que diría a continuación.

   - Significa que nos marchamos de vuelta al pueblo. Mañana, abriremos la puerta.

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https://youtu.be/Qn3glrdBqIA