El poder del miedo

Todos le temían por lo aterrador que resultaba y sin fuerzas para poder echar el aliento se dejaban caer en el suelo, completamente despavoridos. Nadie se atrevía a hacerle frente y eso acrecentaba su poder, el cual no residía en él, pues ciertamente no era fuerte, tampoco inteligente, pero tenía el don de inspirar miedo y eso era realmente la base de su fuerza.

Un día llegó alguien que no se sentía atemorizado por aquel individuo y a partir de ese momento, él fue perdiendo progresivamente su maligna energía, destinada a sembrar el caos y ya nunca más logró causar ni tan siquiera un pequeño escalofrío, pues ni los niños, ni los ancianos le temían. Todo esto lo consiguió sin necesidad de hablar con él, ni recurrir a la coacción o la violencia.

Comprendiendo que su tiempo allí había concluido, desapareció entre las sombras y continuó su periplo por otros lugares.