Blues del destino

Corazones rotos que calcan la belleza de mi ser, suspiros de amores prohibidos del ayer. Fuerza unión y esplendor, el tan simpático rencor. Pintar de colores un mundo apagado podría unir nuestros opuestos cielos con una simple caricia, simple y precisa, certera y helada. Envejecen mis manos y allí tu sombra, e aquí un monólogo precoz, rodeado de aire puro y un plato de sentimientos multicolores.

Todo es igual cuando se apaga la luz del día, la oscuridad no logra cobijarnos en su terciopelo, la sangre derramada es la que brota desde el fondo de tu ser. Predicarnos una ruta es mi mayor meta, opacada por la simpleza de tu pequeñez, por la frialdad de tus actos, incomprensibles y angustiosos, tales como los de un personaje de caricatura mal dibujado o una lluvia intermitente e incesante que moja el paladar de una obra a medio hacer por un artista Irlandés. Abrazos, despedidas y un almuerzo compartido en lo alto de un edificio. Soles y relatos periodísticos, carcajadas del flechazo amoroso.

Un arco iris deseoso de amor, historias verídicas atacadas por subversivos y una carta destinada hacia vos. Madrugada y mi aliento comienza a aumentar su imponente aroma a ginebra barata, cigarrillos quemados y llantos al unísonos, luces apagadas conducen a la perdición. Finales abiertos, locuras en forma de círculos imperfectos y mi firma. Sellada y sin perfumar, mi última chance de hacerte despertar.