El cazador.Capítulo 4

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Empezó a volver en sí. Tenía la sensación de haber dormido durante mucho, mucho tiempo. Se sentía en paz, liberado de su afán por encontrar a la hechicera, a Alexandra, porque ya la había hallado. ¿O no? ¿Podía haber sido acaso un sueño? Intentó recordar cómo había acabado allí pero no fue capaz. Lo único que recordaba, y no sabía hasta qué punto había sido real, era perderse en los ojos llenos de luz de su amada. Abrió los ojos lentamente.

Estaba tumbado en una cama, en la habitación donde se encontraba la claraboya por la que había entrado. Alexandra se situaba frente a él y lo contemplaba con una mirada radiante. Junto a ella se encontraba un hombre con perilla que le dirigía una mirada asesina,… Yando.

Christopher recordó su pelea con él.  Lo acababa de conocer, pero aquel hombre le inspiraba un odio irracional.

Por fin te despiertas,-dijo Alexandra. Tenemos muchas cosas de las que hablar.

Christopher intentó responder, pero al mirarla las palabras se le iban de la mente, era completamente vulnerable a ella.

Podrás hablar mejor cuando se te pase el efecto del hechizo.- añadió Yando con un tono desdeñoso- Alexandra nos durmió con magia para que no nos enfrentáramos.

Estas palabras, aunque cargadas de odio, hicieron que  Christopher supiera qué decir.

Entonces es verdad que eres una hechicera.

Ella lo miró sorprendida, tanto porque hubiera conseguido hablar como por lo que había dicho.

Pensé que lo tendrías claro después de lo que viste en el bosque. ¿Este es el muchacho del bosque?- preguntó Yando- Parece muy normal, ¿cómo hizo para encontrarte? En realidad,-dijo Christopher- un conejo blanco me condujo hasta ella.

¡¿Un conejo blanco?!- exclamó  Alexandra, claramente asombrada- ¿Qué aspecto tenía?

Mmmm… bueno parecía un lepórido más, pero no se asustó cuando intenté cazarlo y – dijo Christopher, evocando su primer encuentro- cuando llegué hasta ti el conejo no estaba allí y no había ninguna otra salida así que no sé a dónde pudo ir.

Alexandra dirigió una mirada estupefacta a Yando. Este también parecía sorprendido.

Christopher creo que lo que te llevó hasta mí fue… la diosa Radian. ¿Sabes quién es verdad? ¿Qué? Eso es imposible, ¿qué interés puede tener la diosa Radian en mí?

Por supuesto que Christian conocía a la diosa Radian. Era la divinidad que representaba a todo el bosque; todas las hadas mayores, los elementales y los espíritus de la espesura estaban a sus órdenes. Representaba la fertilidad, y, por ello, se la atribuía que cada año, en primavera, renovaba la vida del bosque con su magia, dándole energía a los árboles, a los animales, a los espíritus,… A menudo se la representaba con la forma de un conejo blanco con grandes ojos verdes. Pero eso, después de todo, era solo una leyenda.

Yando,- dijo Alexandra sin hacer caso de la mirada perpleja de Christopher- si los dioses han hecho que nos encontrara,… tal vez él pueda ayudarnos. No estarás sugiriendo que se quede con nosotros- dijo Yando iracundo. Si es el elegido de Radian, seguro que podrá echarnos una mano. ¡Es una locura pensar que esta sea la elección de la diosa del bosque! ¡Es inconcebible! ¡Como podéis pensar que el conejo que vi era una divinidad todopoderosa! Llevo años cazando conejos, ¿acaso he matado ya a algún dios? - dijo Christopher algo histérico, pero con un tono irónico. Chris,- dijo Alexandra (Christian se ruborizó un poco al oír ese apodo afectuoso)- la cueva en la que me viste por primera vez era un antiguo santuario de Radian hecho por las hadas, hacía falta una magia muy poderosa para traspasar sus escudos. Si es verdad que un conejo te guio hasta allí, entonces eres la persona que estábamos buscando, además… Álex, - interrumpió Yando- esto tenemos que hablarlo. Vamos fuera. Ahora voy, espera un momento- Yando salió del cuarto. Alexandra volvió a dirigirse a Christopher- Además cuando te vi por primera vez supe que tenías algo especial. Lo vi en tus ojos.

Álex abandonó la habitación y cerró la puerta. Christopher reflexionó sobre lo que le habían explicado. Era una locura, pero pensándolo mejor, ¿qué no lo había sido en los últimos días? Christopher siempre había creído en lo  sobrenatural, pero aquello era demasiado hasta para él. ¿Hombres gigantes? ¿Hechizos de invisibilidad y de sueño? ¿Dioses con forma de conejo? Sí, aquello era definitivamente una locura.

Pero, lo importante-dijo para sí mismo- es que la he encontrado, y que voy a hacer todo lo posible por mantenerme a su lado.

Unos minutos más tarde, entró Yando, algo malhumorado:

Recoge tus cosas, partimos mañana. ¿A dónde? Eso no es de tu incumbencia. Y ahora que ya estás recuperado, sal de mi cama y búscate un trozo de suelo dónde dormir. Tú mandas, jefe- dijo con tono burlón mientras salía del lecho.

Ambos se dirigieron una mirada mortífera al salir de la habitación. Pero, en el fondo, Christopher estaba feliz de que le hubiera sido tan fácil convencerlos de que lo llevaran con ellos (no había tenido ni que intentarlo).


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