El escondite

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Pablo y Sandra hablaban en la cocina mientras su hija Carla jugaba en el jardín de la casa. La pequeña Carla cumplía tres años y sus padres discutían sobre el cumpleaños de la niña.
- Pablo, creo que no deberíamos celebrar mañana el cumpleaños de Carla.
- Escúchame cariño… lo mejor para nosotros y sobre todo para la niña sería seguir con normalidad.
- Ya, pero es que… es que no puedo quitármelo de la cabeza – Sandra se echó a llorar mientras su marido la consolaba.
- Venga, tenemos que ser fuertes y salir adelante, tenemos que hacerlo por ella.
La pareja se fundió en un abrazo, un abrazo interrumpido por la presencia de la pequeña.
- Mami, ¿Por qué lloras? – dijo la niña dando tirones a la falda de su madre.
- Carla, a Mami no le pasa nada. Vamos a jugar al escondite cariño, cuento hasta veinte y subo a buscarte. Uno, dos, tres, cuatro…
La pequeña Carla salió corriendo a esconderse en su habitación como siempre hacía mientras su madre seguía contando.
- Dieciocho, diecinueve y veinte, ¡que subo!
Sandra subió a la planta superior lentamente, escalón a escalón, le gustaba jugar con su hija al escondite, un juego al que jugaba a menudo con su hija. Una vez había llegado al pasillo que llevaba a las habitaciones escuchó como si su hija estuviera hablando con alguien.
- Carla, que ya estoy ahí, escóndete, que te voy a encontrar enseguida – avisó Sandra a su hija pensando que hablaba con sus muñecas como hacía a menudo.
Sandra se asomó a la habitación de su hija - ¡Te voy a encontrar enseguida! – le decía su madre cuando vio unos pies que asomaban por debajo de la cama. Esta se acercó con sigilo a la cama y se agachó con la intención de cogerla por los pies - ¡te encontré! – gritó en el momento que la agarraba por los pies, unos pies que estaban completamente helados, pero de repente alguien salió por detrás de la puerta de la habitación - ¡Estoy aquí Mami! - Sandra se levantó súbitamente, el susto que se había llevado era considerable. La niña dio un salto y se echó sobre los brazos de su madre. Esta volvió la mirada hacia la cama donde había alguien escondido, pero ya no había nada, el pánico anegó todo su ser.
- ¡¡ Pablo!! – gritó totalmente histérica.
- ¡Qué ocurre, que está pasando! – dijo Pablo al llegar a la habitación de Carla.
- ¡Alguien había debajo de la cama! ¡¡Eran los pies de un niño!
- ¡Pero!, ¿Qué me estás contando cariño?
Pablo se se arrodilló para ver si era verdad lo que contaba su mujer, pero allí no había nada.
- ¡Te juro que había algo o alguien debajo de la cama! ¡Incluso le he llegado a tocar los pies! – su marido la miraba con cara de circunstancias, ¿Qué estaba ocurriendo allí? Se preguntaba.
Pero Sandra recordó entonces que antes de subir escuchó a su hija hablar con alguien. Se inclinó para hablar con ella, la cogió de las manos y le preguntó…
- Cariño, ¿Con quien hablabas antes, había alguien contigo? – le preguntó su madre con los ojos llorosos.
Carla se dirigió en ese momento hacia la mesita que se encontraba al lado de su cama y cogió una foto que había en ella, era la foto de un niño. La pequeña se volvió hacia sus padres con la foto del niño.
- El Tete… - dijo Carla mirando la foto.
Sandra no pudo aguantar más y se derrumbó allí mismo. Se abrazó a su marido llorando sin ningún consuelo. Era la foto de su hijo Daniel. Daniel había fallecido un par de semanas antes por una extraña enfermedad con tan solo cuatro años.
Mientras que se abrazaba a su marido, no podía dejar de mirar a su hija Carla con la foto de su hermanito y mucho menos quitarse de la cabeza que Daniel por unos momentos volvió a estar con ellos.






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