Denunciar relato
Cuando Lidia llego a la residencia, conoció a Celina. Enseguida se hicieron amigas.
Compartían todo. Las galletitas, las bromas, la pintura de labios, los recuerdos. También las visitas, cuando se daba la ocasión.
Incluso cuando se sintió enferma y quiso quedarse en cama, Celina acomodó su silla de ruedas a un costado y le brindó
compañía y consuelo.
Pero esa tarde fueron tantas las visitas que vinieron a festejar a Lidia.
Ni notó que, a Celina, se la llevaron a la habitación.
Al otro día le dijeron que estaba en el sanatorio
después, nunca se acordó que le dijeron después.
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