Decisiones

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Se despertó temblando bajo las sábanas. Habían bajado mucho las temperaturas y Andrea quería seguir acurrucada, pero esta vez bajo una manta que le proporcionara el calor que necesitara. Se levantó, abrió la puerta del armario, alzó la mano al estante superior y volvió a la cama para disfrutar unos minutos más bajo el abrigo de su manta favorita. No quería levantarse, de nuevo era Navidad, no parecían haber pasado cada uno de los meses del año que estaba a punto de terminar. No había sido especialmente complicado, pero ya pasaban doce meses de esa última mirada, de esos abrazos que le llenaban de vida, de esa complicidad enterrada ahora, en lo más profundo de su alma.

Habían estado cinco años juntos, los mejores que podía recordar. Igual el paso del tiempo solo le hacía recordar lo bueno, pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor. Todo era perfecto, tenían intereses comunes, se comprendían y cualquier obstáculo parecía pequeño si lo afrontaban juntos…hasta que llegó el momento de dar un paso más. Surgió sin más, de repente, sin planearlo…y a Andrea le pilló desprevenida.

- Hagámoslo, tengamos un hijo. Estamos preparados. – Su mirada estaba inundada de tanta ilusión que Andrea no supo qué decir. Se quedó callada y siguieron viendo -más bien mirando- el televisor.

A la mañana siguiente Alberto intentó poner las medidas necesarias para conseguir su objetivo.

¿Ser padres? ¿De verdad? No lo podía creer, ni siquiera se lo había planteado. No había sentido ese instinto maternal que veía en sus amigas, nunca pensó que eso era para ella. Al fin y al cabo, en la época que vivían no era imprescindible… ¿no? Tras una incómoda discusión, ambos se fueron a trabajar. Andrea no dejaba de darle vueltas, sabía que ahora no era el momento, pero no sabía si en algún momento lo sería. No quería, pero pensar así le hacía sentirse mal, culpable o algo parecido por ser mujer y no desear tener hijos con su pareja. Educada, como la educaron sus padres, el objetivo en la vida que le inculcaron era claro, formar su propia familia.

Pasaron las semanas y en el ambiente se podía percibir la tensión. Tras unas cuantas negativas más, Alberto optó por no volver a intentarlo y Andrea simplemente pensó que con el paso del tiempo todo volvería a su sitio y él se daría cuenta de que tampoco era el momento. De nuevo, frente al televisor se enfrentó a su futuro cara a cara. Alberto quitó el volumen, le miró y dijo lo que Andrea temía desde que todo había cambiado.

- Lo necesito. Siento que poder dar vida es algo maravilloso. Está en mis manos y no quiero perderlo. -Andrea escuchaba, intentaba digerir cada palabra, pero no podía reaccionar-. Nadie me asegura que pueda encontrar con quién llevarlo a cabo, pero prefiero arriesgarme y perder que preguntarme qué podría haber pasado.

Por la cabeza de Andrea pasaban miles de pensamientos. No se lo podía creer… ¿este era su regalo de Navidad? ¿Se había acabado? ¿Esto era todo?

 

Hablando con su mejor amiga todo eran esperanzas y deseos típicos de la época del año. “No te preocupes, se dará cuenta de cuánto te echa de menos” “Sois muy felices, solo hace falta veros juntos” “Dará su brazo a torcer”, pero si ella no estaba dispuesta a dar el suyo ¿por qué debería hacerlo él?

De vuelta a casa no dejaba de pensar cómo podrían afrontarlo. Solo con abrir la cerradura sintió un escalofrío, algo había cambiado, sentía la casa vacía y corrió lo más rápido que pudo hacia la habitación. Comenzó a abrir las puertas de los armarios, su ropa no estaba. Fue al baño, tampoco, ni rastro de Alberto.

 

Recordando todas esas sensaciones, escuchando a los niños fuera cantando villancicos, la nostalgia invadió todo su cuerpo. Le echaba tanto de menos, pero sabía que nada había cambiado, al final ella tenía razón. Ninguno había cambiado de opinión y se dio cuenta de que acertadas o no, nuestras decisiones nos pueden llevar por caminos completamente opuestos, pero lo único realmente importante es estar seguro de que se tomaron pensando que era lo que realmente querían, el resto solo eran daños colaterales. En ese instante, una fuerza que no había sentido ni un solo día desde que Alberto se fuera, hizo que se levantara y quisiera enfrentarse al mundo siendo ella misma, sin remordimientos ni culpas. Solo siendo ella.


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