Soy

Mi vida se podría resumir con unas cuantas cifras: 40 cumpleaños, 18 de relación,  13 de convivencia y 7 de maternidad. Pero no recuerdo en que momento me olvide de ser novia y esposa. Supongo que pasó poco a poco, sin darme cuenta. Me resigne a ser madre, protectora de su retoño, satisfactora de sus necesidades, olvidandome incluso de ser yo. Me anulé sin querer, conformándome con la felicidad de otros. Abandoné la sana costumbre de sorprenderme, de relacionarme, de vivir, por y para mi, para hacerte feliz a ti. Podría ser una señora de las cuatro décadas,  como la de la cancion de Arjona. Esa mujer que era la amargama perfecta entre experiencia y juventud. Pero no. No soy capaz de creerme cada uno de los versos de su canción. Igual faltan Arjonas en nuestra vida, hombres que hagan que nuestra crisis de identidad se disipe a golpe de halagos, inyecciones de estima... A esta edad nuestro interior se remueve y nuestro autoconcepto se distorsiona de tal manera que vemos una sombra de lo que creíamos. Sentimos la falta de lo que un día tuvimos, y en vez de caminar erguidas, arrastramos las piernas como si ya nada tuviera importancia. Nos refugiamos en lo de siempre, en las cosas de cada día y damos por hecho que todo está en su sitio. Pero no siempre es suficiente saber y estar. Yo necesitaba ser. Quería sentir. Yo quería los arrumacos de novios en el coche y tu te conformabas con el que toca los viernes. Yo soñaba con una escapada de fin de semana y tu con el partido de liga en abierto. Yo esperaba bombones y flores en una fecha sin señalar y tu me obsequiabas con algo de utilidad. Nos olvidamos de buscar la pasión en nuestros encuentros y dejamos que la escarcha se acomodará entre nuestras sábanas. 

Amor es lo que nos mantiene, lo que ha mutado en algo más que querer. Pero no puedo evitar echar de menos las mariposas en el estomago.