Voces en grito (II)

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Celia abrió los ojos al introducirse el primer rayo de sol a través de la ventana. No sabía qué era, qué pasaba o si aún estaba dormida y esa sensación que la recorría, era solo una pesadilla. Se incorporó, y sentada sobre la cama, vio como Luis estaba en un rincón de la habitación llorando. Se levantó despacio y se acurrucó junto a él sin decir nada.

Se mantuvieron en silencio horas. Era el día, había llegado, y Celia no sabía cómo actuar. Un año desde aquella sangre recorriendo la ermita, desde que descubrió parte del pasado de Luis; estaba convencida de que aún había algo importante que desconocía y provocaba que en ocasiones, sin saber por qué, esa mirada triste y perdida de Luis apareciera de nuevo.

-Vamos a comer algo cariño, no podemos estar aquí mucho más tiempo. Así no solucionaremos nada.

Sin contestar, Luis se puso en pie y ambos fueron a preparar algo que comer. El silencio oprimía el pecho de Celia y comenzaba a sentir de nuevo esa presión que un año atrás, le hizo salir corriendo sin mirar atrás. < ¿Otra vez? No por favor, ahora soy feliz, lo somos ambos... ¿verdad?>

-Cariño...

-¿Si? -O eso le pareció escuchar a Celia.

-Dime qué ocurre, sé el día que es hoy, igual si hablas conmigo y me lo cuentas, podremos pasar página.

-Para ti siempre todo es muy fácil ¿verdad? -Su rostro comenzó a endurecerse y su ceño fruncido no invitaba a una charla sincera y distendida-. Tú no lo viviste, cada día, cada minuto, en cada canal de televisión de los pocos que había entonces.

Luis cogió su plato y fue hacia la sala. Celia quiso salir detrás, insistir, pero algo le decía que no debía hacerlo. < ¿Canales de televisión? ¿A qué se refiere?>. Comieron; frente al televisor una película repetida que no captaba su interés, ayudó a que Celia se quedara dormida.

Horas más tarde abrió los ojos y sintió que la casa estaba vacía, igual que un año atrás. Se sentía paralizada, era incapaz de abrir los armarios y enfrentarse a que pudieran estar vacíos. Se armó de valor, se dirigió despacio a la habitación, abrió lentamente la puerta de uno de ellos y vio cómo parte de la ropa de Luis no estaba. Cayó desplomada entre lágrimas y sollozos. Sabía donde estaba y no quería volver, había conseguido enterrar esa ermita, esa anciana, esas voces. Esperaría a mañana, igual solo tenía que pasar el aniversario del pasado.

De nuevo los rayos de sol, de nuevo el vacío. No tenía que levantarse para darse cuenta que estaba sola. < Si él no puede enfrentarse a lo que pasó, volveré a conseguir que se levante y siga adelante>. Se duchó despacio, recordando cada frase en la ermita, cualquier cosa que pudiera ayudarla... ?No podrás escapar, no llegaste por casualidad? él te trajo?? < Muy bien, me condujo una vez y volverá a hacerlo>.

Caminaba despacio, llevaba en el bolsillo el pequeño crucifijo que compraron tras aquel día como símbolo de lo que les salvó. Según se acercaba su piel se iba erizando y su corazón palpitaba cada vez más fuerte. Se paró frente a la puerta, no parecía haber pasado el tiempo, estrechó fuerte el crucifijo, inspiró profundamente y entró despacio. < ¿Dónde está? Tiene que estar aquí>. Caminó hacia el altar y le encontró agachado, entre lágrimas con una foto arrugada entre sus dedos. Antes de que pudiera decir nada, Luis comenzó a hablar.

-Nunca hablo de política, nadie sabe lo que suponen realmente los extremos. Mi padre se volvió loco, no pudo soportar como el extremismo que se instaló con el beneplácito de todos, acabaría con la vida que quería darme, alejado de todo el sufrimiento que vivió en su infancia por otro extremismo como el que veía se apoderaba de todo.

-No te entiendo Luis, ¿de qué estás hablando?

-Le volvieron loco, él no era así, no siempre fue malo. Me quería, tengo recuerdos completamente alejados de sus últimos años de vida. No puedo formar contigo una familia pensando en qué heredarán nuestros hijos... ¿Si no hay problemas políticos habrá algo en mí que se encenderá por otro motivo?

-Levanta. Pondremos esa foto de tu padre donde siempre podamos verla y darnos cuenta de lo que realmente importa. Pediremos ayuda, saldremos de esta porque ahora somos fuertes, los dos, juntos nada nos pasará.

 

Esta vez, cruzando la puerta y encaminándose hacia su hogar, Celia sabía que no había secretos. Si Luis había abierto por completo su corazón, las voces no volverían. Buscarían al mejor médico, los mejores tratamientos, pero nada conseguiría que el pasado -lo más negativo de él- afectara a su futuro. Sin enterrar el pasado... nunca habría futuro.

 

Si queréis leer la primerera parte Voces en la sombra, está publicada el 4.04.2015


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