Yo una vez creé el mundo

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Enviado el , clasificado en Amor / Románticos
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Yo una vez creé el mundo. Apenas me acuerdo, pero sí, una vez, no sé cuando, me entretuve poniendo montañas, ríos, mares, animales, cosas arriba, cosas bajo la tierra, pero ni puta idea de cuándo me atreví a poner al hombre en este sitio. En serio.

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Le pregunté a Lucy, que está empeñada en decir que es la abuela de la humanidad. No me lo creo, pero nunca le llevo la contraria.

También se lo pregunté al chico de la Gran Dolina, pero está entusiasmado con su pelito.

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Algo pasó en Mesopotamia, entre el Tigris y el Éufrates, pero, lo dicho, ni idea. Algo me susurran sobre la palabra escrita. Y dialogo con sumerios, acadios, amoritas, babilonios, asirios, casitas, hurritas, hititas, arameos, persas, griegos, urateos, partos. Y siempre lo mismo, ellos que sí, y yo que nada. Nada de nada.

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Los faraones andan muy chulos por aquí y por allá. Dinastías que se suceden. Caídas y subidas. A Ramsés II, el más viejo de estos tipos, le produce risa que no me acuerde de nada.

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Y los griegos, vamos, con ellos sí que es verdad que pierdo los nervios. Me tienen aburrido con lo del hombre como medida de todas las cosas. Que los dioses también sangramos. Son, no sé. Pericles silba y se inventa una palabra: democracia. ¿Qué? 

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Desespero y tiro la toalla cuando llegan los romanos para convencerme que sí, que yo soy el creador de los hombres. Entonces Augusto me grita que no le lleve la contraria y que mire el mapa para saber lo que es el mundo romano y la verdad. 

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Y un cristiano se me arrodilla y me adora. Tembloso se emociona al hablar de la conversión de un señor llamado Pablo. Cuando creo que ha terminado me asegura que hasta la ilustración del XVIII y la revolución francesa tienen, ¿quién lo niega?, un trasfondo cristiano.

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En serio, ser dios es un fastidio cuando los hombres, tan insignificantes, me acribillan con sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, cuando siete mil millones de hijos de puta aseguran que yo soy el culpable de un chispazo hace no sé cuánto. De la nada todo el universo y voy y la cago con el hombre.

¡Que no, que no, que no me lo trago! ¡No puedo tener tan mal gusto!


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