Lo que pasó en mi cumpleaños #1

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Era mi cumpleaños y mi esposa me estaba dando mi primer regalo. Silenciosamente para no despertarme, se había deslizado entre las sábanas hacia el fondo de la cama y con suavidad había tomado mi durmiente miembro entre sus manos y con su lengua lentamente había empezado a recorrerlo.

Mi despertar no pudo haber sido mejor. Había empezado a sentir un exquisito roce húmedo en mi entrepierna, y a diferencia de mi consciencia, mi miembro rápidamente se despertó. Abrí los ojos, levanté la sábana y vi a Paula allá abajo, agarrando fuertemente mi pene y mezclando intensas lamidas con un trabajo manual que en dos segundos me elevó la temperatura a mil.

-Buenos días, don Lucas –dijo en medio de su tarea-. ¿Le gusta su regalo matutino?

-Aaaah, Paula, me encanta.

Paula sabe cómo volverme loco y esa mañana estaba usando todas sus técnicas. Recorría el tronco con su lengua y al llegar al glande, ponía su mejor cara de lujuria y lentamente se lo echaba completo a la boca. Podía sentir cómo se lo acomodaba en la garganta para que le entrara al completo, para luego sacarlo y masajearlo otra vez. Y cada vez que lo sacaba, un hilo de saliva/semen quedaba uniendo sus gruesos labios con la punta de mi pene.

Yo no daba más, quería follármela. Sí, follármela, no hacerle el amor, follármela violentamente. Quería decirle palabras sucias y llenar todos sus agujeros. Quería ponerla en cuatro patas, darle nalgadas y embestirla. Ella lo sabía y estaba dispuesta.

-Ven aquí-ordené.

Ella se bajó de la cama y se sacó el pequeño camisón que usaba como pijama, liberando sus hermosas tetas, pero quedándose con un colaless negro que la hacía ver muy sexy.

-Lo que usted diga, don Lucas –dijo. A continuación sacó una tira de condones de uno de los cajones del ropero-. Y esta vez nos olvidaremos de esto-. Y los arrojó por la puerta hacia la sala de enfrente. En ese momento, desde el velador empezó a sonar su teléfono celular.

-Apágalo-me dijo.

Estiré la mano, lo tomé y alcancé a ver que quien llamaba era Jorge, el director de nuestra facultad.

Paula y yo somos profesores. Yo imparto la clase de Física y Paula es maestra de Cálculo. Ambos trabajamos en la misma universidad, pero la diferencia es que yo soy profesor de planta, contratado, mientras que Paula sólo hace un reemplazo. Reemplazo que estaba terminando. Jorge había manifestado su interés por contratarla, pero antes debía reunirse con el rector. Y remarcó que estuviera atenta a su teléfono.

-Es Jorge –dije con desgana. Algo me decía que la celebración de cumpleaños había terminado. Me odié por pensarlo. Esta era una oportunidad dorada para Paula y si le iba bien, habría doble razón para celebrar.

Resultó que querían reunirse con Paula, puesto que ya estaba todo listo para su contratación. Para mi lasciva mala suerte, la junta debía realizarse inmediatamente, lo que obligó a Paula a darse una rápida ducha y a sumirse en explicaciones y disculpas. Yo me reí, la abracé y le dije que no fuera tonta, que a su regreso retomaríamos nuestra celebración. Ella me besó y antes de desaparecer por la puerta me lanzó un “te compensaré”.

***

A las 14:00 horas tocaron el timbre. Paula no podía ser, ella tenía llave. Abrí la puerta y me encontré con Javiera, una alumna de Paula de segundo año.

-Hola, Sr. Lucas ¿Está su esposa?

-No. Fue a la Universidad.

-¿En serio? Le dije que iba a venir a esta hora.

-No me dijo nada, pero si quedaron en reunirse debe estar por llegar. Pasa, siéntate.

Me aparté, la muchacha entró y se sentó en el sofá. Y quizás porque seguía pensando en el regalo interrumpido de Paula, me sorprendí admirando el culo de la jovencita, que por cierto estaba muy bien. En realidad, toda Javiera estaba bien. Sus calzas de lycra negra no dejaban nada a la imaginación y su blusa, si bien suelta, revelaba que tenía un generoso par de tetas.

Serví unas bebidas y algo para picar y rápidamente le referí la situación de Paula. Ella a su vez me contó que mi esposa se había comprometido a revisarle un ejercicio que según las propias palabras de Paula, sería “clave” para el examen del día siguiente.

Tras veinte minutos de amena conversación, sonó la alarma de mensaje entrante en mi celular.

“AMOR, ME FUE BIEN. PERO TENGO OTRA REUNIÓN A LAS 16:00. ME QUEDO SIN BATERÍA. ALMORZARÉ POR AQUÍ. COME LO QUE ENCUENTRES XD. BESOS.”

Suspiré resignado y volví con Javiera.

-Malas noticias. Paula se retrasó-informé.

-Mierda-exclamó Javiera, y al instante se tapó la boca con gesto infantil-. Perdone, profe… es que si no me va bien mañana, no aprobaré.

-No te compliques-dije entre risas- ¿Por qué no me muestras ese ejercicio? Veamos si me acuerdo de esas materias.

-¿En serio? –dijo entusiasmada Javiera.

De esta forma, nos sumergimos en el mundo de las derivadas e integrales. Para su fortuna, esos tópicos se repetían en mis propias materias, por lo que con ayuda de un libro de Paula, no tuve problemas en entender su procedimiento y corregirle sus errores. De hecho, me entretenía.

Y me entretenía aún más cuando Javiera se inclinaba hacia la mesita de centro para escribir, y el generoso escote de su blusa me dejaba ver la mariposa tatuada en uno de sus voluminosos pechos. Al principio traté de evitarlo, pero la joven era tan atractiva que al final esa mariposa te atrapaba. Perdido estaba en ese paisaje cuando ella levantó la vista y me sorprendió.

-B-bueno, Javiera…creo que hemos corregido ese ejercicio, ¿no? –pregunté levantándome del sillón. No me había dado cuenta de lo mucho que me había excitado, pero el bulto que se formaba en mi pantalón así lo demostraba. Me avergoncé y esperé que ella no lo notara.

-Sí, profesor, gracias. Me ha ayudado mucho-. Javiera sonreía.

Sentí que la chica me miraba diferente, admiración tal vez, y lo admito, a mi ego le gustó. Pero era una estudiante. Y una alumna de Paula. Una parte de mí quería que se fuera, pero otra quería seguir mirándola, seguir admirando la mariposa, cazarla tal vez… Finalmente, mi parte más racional se impuso. Tenía que apartarla de mi vista, así que le pedí que dejara el texto en el librero de la sala de al lado.

La muchacha de alejó y no pude evitar mirarle nuevamente el culo, ¿Cómo se sentiría recorrer esa rajita? ¿Tendría más tatuajes? ¿Su vagina sería estrecha? Naaaaa, seguro su novio la perforaba todos los días. Sería un imbécil si no lo hiciera.

-Profe, ¿estos son suyos? –dijo Javiera volviendo de la habitación de al lado. De su mano colgaban los condones que Paula había arrojado por la mañana.

Mi vergüenza se mezcló con la calentura de la imagen que tenía ante mí: Una jovencita espectacular sosteniendo una tira de condones.

-S-Sí… Oye, disculpa. No debería…

Ella se me acercó con paso cadencioso. No dije más. Para qué. Ya sabía que no habría vuelta atrás.

Javiera me rodeó la nuca con sus manos, se apretó contra mí y me susurró al oído:

-Profe, permítame que sea yo quien le enseñe ahora.

 

CONTINUARÁ...


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