La Leyenda del Monstruo Priapístico. Cap. 2/4 Categoría(s): Cuento erótico. Capítulo 2. Es Peligroso Ser Investigadora Científica. Con rabia animal s

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Es Peligroso Ser Investigadora Científica.
Con rabia animal se arrancó la camisa y desde la bragueta de su pantalón sin abrochar saltó su pene erecto y rojo, como si hubiese desenvainado una filuda espada. Como hipnotizadas las dos mujeres lo miraban, pensaban que vivían un sueño erótico; pero no, era la realidad cruda y sintieron que sus piernas no las sostenían. Cayeron sobre el pasto y trataban de sentarse para escapar, parecían arañas que caminaban con su vientre hacia arriba, pero como en una pesadilla la espada enrojecida caminaba inexorablemente hacia ellas que no quitaban sus ojos de tan hermosa verga.
La joven pelirroja presintió que era la causante del desaguisado y sin darse cuenta se echó de espaldas con las piernas abiertas para recibir dentro de ella a aquella bestia magnífica. Un cántico extraño salió desde las gargantas de las cuatro hermosas sacerdotisas, quienes caminaban detrás del “fauno” enardecido.
Sin muchos miramientos, el hombre le arrancó la delicada e íntima prenda de su entrepiernas y con una rara suavidad le acarició su vagina que sorprendentemente estaba humedecida sin que ella se hubiera dado cuenta. La traspasó lentamente, mirándole sus ojos agrandados por la sorpresa y el placer; Luisa dio comienzo a un meneo que la enloqueció de goce y la hacía gritar, mientras él le arrancó la ropa y dejó al descubierto sus hermosos pechos. Indudablemente él sabía besar los pezones de la bella pelirroja, quien se agitaba como con un paroxismo que ahora la hacía gemir entre uno y otro orgasmo en forma interminable.
Al lado, Lidia contemplaba entre horrorizada y fascinada la escena, veía la delectación de su colega y amiga. Aunque excitada al grado máximo, su fría mente científica le indicó que este era el ser legendario que buscaban. Pero …, ahora ¡qué iban a hacer! La pelirroja reía, lloraba, suplicaba y pedía más y el largo acto sexual continuaba.
Lidia comprendió que su amiga podía morir, pues el sudor y la agitación de su respiración indicaban que su corazón galopaba como si estuviera corriendo la maratón.
Lanzó un grito “¡Basta!”, tan fuerte que el “lobo” debió dejar a su presa, desenvainando de la vulva su erecto miembro humedecido. Con malévola sonrisa la miró y Lidia comprendió que estaba perdida ante el monstruo; vagamente entendió que era la presa que continuaba, no se dio cuenta cuando su pantalón y sus bragas fueron lanzados lejos, quedando a la vista la magnífica belleza de sus partes púdicas y el insaciable animal la ensartó en su poderoso miembro. Sintió el placer que, al inundarla, en su imaginación se vio levantada hasta las nubes; la voluptuosidad la hizo perder toda noción de tiempo y de razón.
Las cuatro muchachas continuaban su extraño cántico y Luisa, adolorida en su tesoro más íntimo, se dio cuenta del peligro que corría su amiga ante la bestialidad del gallardo joven. Lo golpeó con sus puños, con un garrote… nada, hasta que vio un balde lleno de agua fría que sin vacilar dejó caer sobre el individuo transformado prácticamente en un pene gigante. Con sorpresa y alivio vio que se sacudió el agua y se puso de pie. No la atacó, es más, parecía un muchacho culpable de haber cometido un pecado y se fue caminando hacia el arroyo cercano.
Acariciando a su amiga, que ya se encontraba consciente, abrazadas contemplaron al “animal” que se sentó en las frías aguas y fue recuperando la normalidad. Ya no tenía excitado su miembro viril, incluso corrió hacia arriba el cierre, tampoco estaba el bulto que las alarmara ni excitara. Luego entró y se encerró en la cabaña.
Las guardianas les llevaron dos túnicas amplias similares a las de ellas que ocultaban un tanto el atractivo de sus cuerpos.
En la noche, junto a una fogata tomando café y comiendo trozos de carne, adoloridas en sus partes más deliciosas, escucharon la historia más extraordinaria de sus vidas ….
Continúa capítulo 2.-
Como un Hermoso Doncel Perdió su Virginidad.


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