Sexo en el cine

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Mi esposa insistió mucho para que fuéramos al cine a pesar de no haber una buena cartelera. Era una insípida historia erótica que se llamaba Bambola, el nombre del personaje principal. Un chica super sensual.

Había muy pocas parejas. Se puede decir que la sala estaba prácticamente vacía de no ser por 4 o 5 parejas aparte de nosotros.

Siendo yo tan perceptivo, me di cuenta de un gran coqueteo de mi esposa con un chico muy apuesto que venía con la que parecía su novia. Mi esposa llevaba una falda que a mí me fascina sobre todo cuando bailamos. Ella normalmente la usa con una tanga de hilo dental y gozamos de lo lindo viendo la cara que ponen los que la pueden admirar a pesar de los rezongos de sus esposa o acompañantes cuando muy a propósito le doy vueltas para que se le levante en un vuelo muy erótico.

A media película ella se levantó y me dijo que iba al baño. Pude ver, que al mismo tiempo el chavo con el que había estado coqueteando y que estaba sentado unas 4 filas adelante, también se levantó y se dirigió afuera. Yo que me había excitado bastante con una escena en la que Bambola es poseída por un recluso en plena celda, caí en cuenta casi 5 minutos después de que ni mi esposa ni el chavo habían regresado. Me paré y pude constatar que tanto el pasillo, como el baño de hombres estaban completamente vacíos. Cuando regresaba, un presentimiento me animó a entrar a otra sala aún más vacía. Solo estaba una pareja comiéndose a besos y haciendo caso omiso de la película. Me acerqué con mucho cuidado hasta poder distinguirlos. ¡Era ella que ahora se hincaba para hacerle sexo oral! Él tenía los pantalones hasta el suelo y ella sostenía en su mano derecha su pequeña tanga. Logré colocarme apenas dos filas atrás sin que me notaran. Solo se percibía ese jadeo tan intenso pero controlado para no ser escuchados. Cuando ella se levantó, yo alcancé a inclinarme para que no me viera. Entonces ella se sentó sobre él viendo a la pantalla. Él desabrochó su blusa y empezó a masajear sus rosados pezones que seguramente estaban muy duros y erectos. Así cabalgaron un buen lapso y entonces él la tomó, la levantó y la sentó en su lugar, le alzó las piernas. Yo distinguía sus zapatillas apuntando al cielo. El la penetró y la empezó a follar de una manera muy intensa. Yo no pude más y me desabroché para masturbarme. No duré mucho y al parecer los tres nos venimos al mismo tiempo. Cuando vi que se levantaron para vestirse, me las arreglé para salir muy rápido de regreso a nuestra sala. Apenas pude llegar. Entonces vi que cuando él llegó y besó a su novia discutieron un poco. Seguramente por la tardanza excesiva. Entonces llegó ella y me dijo: “algo me cayó mal y me sentó mal en el estómago”. Yo que todavía tenía la respiración agitada y mi pene vibrando, me acerqué y le di un beso al mismo tiempo que metía mi mano debajo de su falda. ¡Mi amor, no traes calzones! Ella titubeó un poco y me dijo, “los dejé en el baño”. La empecé a masturbar al mismo tiempo que le decía: “Estas muy húmeda, ¿te está excitando la película?”. Solo alcancé a ver que ella ponía los ojos en blanco al mismo tiempo que abría sus piernas lo más que era capaz. Se levantó la falda y ya no nos importaron las otras parejas que al parecer estaban también en lo suyo. Sentía algo que no era su lubricante natural sino algo más espeso. Me di cuenta de que era el semen de él. A medida que fluía hacia afuera tomé suficiente para llevarlo a su boca. Ella lamió con ansiedad y entonces me bajó el cierre. Yo estaba empapado todavía por la paja que me acababa de hacer. Ella solo dijo al mismo tiempo que se metía mi duro miembro a la boca: “qué rico, qué rico”. Me vine y ella tragó al mismo tiempo que con su mano tomaba el último residuo del semen de su amigo que salía de su vagina y combinando lo que yo estaba eyaculando con lo que tenía en su mano, parecía paladear, comparando sabores y texturas.

Me quedé dormido y apenas me alcanzó a despertar cuando ya empezaban a prender la iluminación de la sala. Nos arreglamos muy rápido y cuando íbamos saliendo, noté que en la pierna de ella se veía la huella de un pequeño hilo de humedad. No sabía si eso lo había dejado a mi semen, el semen de su amigo o su propia y abundante lubricación. Como sea, me excité más pensando en que iba sin ropa interior. En un parpadeo, alcancé a ver que se despedía con un guiño de ojo. Yo vi atrás y nosotros éramos los últimos. De pronto en un arranque de decisión, la metí en la sala en la que la había visto tener sexo y ahí de pie y recargados contra la alfombrada pared, le levanté la falda y le introduje mi endurecido pene. Ella solo se dejó hacer. Bastaron unas cuantas bombeadas para que yo me viniera profusamente. Se la saqué y ella que parecía que había cobrado un apetito insaciable por el semen, me limpió con su lengua aprovechando para terminarme de exprimir con una mamada profesional. Cuando salimos de nuevo, vi entonces que ahora se le veía otro hilo de humedad en la otra pierna.

Camino de regreso, regalamos a los conductores con un show erótico: ella se levantó la falda arremangándosela en la cintura. Abrió las piernas y se empezó a masturbar con un vibrador que casi siempre lleva en su bolso. Escuchamos de todo. Me la pedían prestada, me pedían que me detuviera. Ella sin abrir los ojos solo sonreía y disfrutaba viniéndose varias veces antes de que llegáramos a la casa.

Ya en la cama y sin fuerza para darnos un baño, solo exclamó antes de quedarse profundamente dormida ¡Qué buena película! Deberíamos ir más seguido al cine.


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