LOS ANALES DE MULEY(3ª PARTE)(2)

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             LX

   Viví en un bello pueblo

de amable y buena gente

con su inmejorable ente

que le hace tener señorío,

ha sido villa emergente

a la vera de un río.

   ¡Ay Guadalfeo, Guadalfeo!

De nómadas sedentario

y de origen legendario,

de cuya sombras surgió

un pueblo del terciario

que sus cimientos plantó.

   Río de doble vertiente

que va muriendo al mar

fluyendo sin alarmar

a las almas de su cerco;

nada me haces pensar

cuando a ti me acerco.

   Es vertiente de vida,

es cauce con respeto

y un buen nexo neto

con un valle de ensueño,

es un abnegado reto

que se lleva con empeño.

   Es como un flujo de sabia

que por verde árbol circula,

a su follaje emula

mostrando su señorío;

muchos cantos acumula

en su fondo con poderío.

   Muchos años he vivido

junto a su fértil vega

que sus dulces aguas riega,

he andado sus caminos,

todo aquello que anega

y escuché muchos trinos.

   Es un agradecido edén,

es lindo valle frondoso,

fructífero y hermoso

que aviva sentimientos

a todo hombre medroso

que mueva sus cimientos.

   Ese pueblo es un vergel

que con luz propia brilla

en la hermosa orilla

de un piélago ancestral,

es era donde se trilla

su perfume universal.

   De corona fenicia

y corazón navegante,

es arteria regante

con blasón y estandarte,

tiene al mar como amante

y el poniente es su arte.

   Tierra de AL-ANDALUS

por su encanto tiznada,

fértil valle, encrucijada

de sinuosos caminos

con su torre almenada

y vigía de destinos.

   Es mi patria Andalucía,

vergel de tierra hispana

que luz y amor emana,

patio de tres culturas

que el tiempo allana

con sus múltiples pinturas.

   Viví en tierra de embrujo,

de perfume y pasión

que rompe el corazón

y vil esclavo nos hace

de furtiva traición

cuando la perfidia nace.

   Mi amante es su jerga,

su canto mi frenesí,

pues sus palos aprendí

tiznando mis sentimientos;

nada de esto es baladí

aunque muera en sus vientos.

   Soy andaluz de Hispania,

épica tierra de orgullo

donde se llena de arrullo

su adorado amanecer,

donde nace el murmullo

de las gentes al nacer.

   Mi tierra andaluza

es una reina moruna

que la diosa Fortuna

dota de inusual beldad

y donde la bella luna

acuna su deidad.

             LXl

   Tengo tantos recuerdos

que mi alma se adormece,

llora y se endurece

cuando aviva la angustia,

mi aflicción se crece

y mi alma se mustia.

   Retengo un día claro,

hermoso de primavera,

jugando jovial en la era

con mis amigos de escuela,

gritando como si fuera

una vulgar manuela.

   También estaba el “tuerto”,

mi amigo imposible,

era un chico impasible

con un acerbo sentido,

era un ser irascible

por todos los críos temido.

   Nunca fue mi enemigo,

pero de envidia bailaba,

de reojo me miraba

por vivir en la huerta,

presto siempre estaba

a cerrarme cualquier puerta.

   Jamás comprendí su pique,

menos aún su mal humor,

pues nunca fui portador

de plena animosidad,

siempre fui conservador

y guardé la amistad.

   El hombre hace esclavo

a estómagos vacíos,

y más cuando somos críos,

pero la envidia ciega

como cauces de ríos

que la fértil tierra anega.

   Al empezar nuestra guerra

quedó en bando popular,

fue correo ocular,

guardián y vil chivato,

siempre supo esperar

paras darte algún conato.

   El fue mi guardián

el día de mi detención,

no perdió la ocasión

de demostrar su alegría

cuando me vio en prisión

y comprobó mi cobardía.

   <<Buscamos a tu padre

para ser ajusticiado>>

-me dijo algo arrebatado-

Yo tiritaba de miedo

sintiéndome acosado

en aquel absurdo enredo.

   De mí se rió con mofa

cuan medroso miccioné

y mis calzones mojé,

sarcástica fue su risa

e incluso me asusté

perdiendo mi premisa.

   De aquel encierro

salí pronto en libertad

y casi con dualidad,

con mucho miedo al “tuerto”,

a cuestas con mi lealtad

para no sentirme muerto.

   Murió en nuestra contienda

el joven proletariado,

falleció sepultado

a causa de cañonazos

de un crucero apostado

que todo lo hacía pedazos.

   Escapaba de la muerte

por aquella carretera,

fue huida sin espera,

alocada y trasiega;

no esperaba que muriera

aquella alma tan ciega.

   Voló hacia la libertad,

pero la negra señora,

que en cualquier seno mora,

clavó su certera saeta

y con crudeza implora

su malévola receta.

   ¡Que Dios lo tenga en su gloria!

En mi memoria estará,

en mí siempre vivirá

hasta el día en que muera;

su recuerdo a mi vendrá

aunque yo padeciera.

   Soy persona sencilla

que me abraza el dolor

porque siento amor

por mis jóvenes amigos

muertos en el horror

de guerra sin enemigos.

   Esto de los recuerdos

es un camino sinuoso,

muy largo y brilloso,

en el ánimo se mecen

en hondo surco morboso

que los tiempos adormecen.

   Pero recuerdo aquellos

que por mi vida han pasado

y en mí se ha acunado,

siempre me siento mohíno,

con quebranto azorado,                                                          

cuando troto su camino.

   Sea la eternidad luz,

antorcha de paraíso

con un ondulado piso

de ciego caminar;

tengo expandido friso

para lo eterno afrontar.

   Siento el frío de la ausencia

de la persona querida

que pasó a mejor vida,

noto el soplo, el aliento,

de aquella tétrica huida

cuando evoco el momento.

 


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