Un viaje de negocios con lo peor de la oficina. Parte 2.

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Me giré rápidamente al foco de sonido y me quedé boquiabierta. Si aquello era verdad mataría a Nicolás, si no, nunca más bebería de aquel whisky. El muy capullo se encontraba apoyado en el quicio de la puerta de manera casual, con las piernas cruzadas y los brazos también; mi toalla liada en una de sus manos y el vapor acumulado anteriormente haciendo estragos en mi vista. Fueron nanosegundos los que me permitieron inspeccionarle detenidamente, aún llevaba el traje puesto, sólo que se había quitado la chaqueta y la corbata. Una camisa celeste medio desabrochada, una sonrisa divertida y un gran bulto en sus pantalones eran sus más destacados compañeros.

—¡Fuera de aquí! —grité mientras me abalanzaba a él para atrapar mi toalla y poder cubrirme —, ¿cómo cojones has entrado?

—Eh —retiró divertido la toalla justo cuando fui atraparla—, ni de coña pensarás que me voy a perder éste espectáculo, ¿verdad?

—Tú eres gilipollas, en serio.

Golpeé su torso e intenté quitarle la toalla de las manos. Estaba siendo bastante divertido para él verme desnuda, enfadada y dando saltos, pero para mi punto de vista no tenía ni puta gracia.

Tiró la toalla al suelo y sujetó mis dos manos para bloquearme, pegó su torso a mi pecho y cambió totalmente su expresión facial. Me miró a los ojos y no tuve tiempo de reaccionar antes de que tuviera los labios de Nicolás entre los míos. Intenté apartarme, pero él persistió en su agarre. No sé cuantos segundos pasaron exactamente hasta que dejé de forcejear y acompañé a aquellos exigentes labios. Tampoco sé cuánto tiempo tardaron sus manos en posarse sobre mis pechos y acariciarlos suavemente al unísono. Nicolás me alzó en brazos consiguiendo que cruzara mis piernas por detrás de su trasero y que mis pechos quedaran casi a la altura de su boca.

Los lamió lentamente con un solo propósito: que me entregara totalmente. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Sentía su lengua viva explorando mi cuerpo y el exceso de agua correteando por mi espalda y aterrizando en mi trasero. Nicolás refregaba efusivamente mi pubis contra el considerable bulto que escondía sus pantalones. Odié en aquel momento a esa fina tela más de lo que lo había odiado a él durante dos años en la oficina. Arremetí como pude contra el pantalón y saqué aquel miembro que tanto ansiaba tener dentro.

Un golpe de lucidez apareció antes de ensartarme violentamente con su polla. ¿Qué estaba haciendo? Dos años pasando de su atractivo natural y ahora sucumbiendo a su pelo alborotado y afilada mirada. No articulé palabra, sin embargo hice ademán de bajarme y terminar con aquel caprichoso ataque de lujuria. Nicolás sonrió de medio lado atisbando mis intenciones, así que agarró su pene y aprovechó el salto que di para bajar de él y me atravesó con su miembro haciendo que la poca lucidez que me quedaba, desapareciera totalmente.

Me agarró por las caderas y cómo si fuese una muñeca de pocos kilos, me manejó a su antojo en un sube y baja constante que me llevaba al séptimo cielo. Grité mientras me corría de una manera nueva, diferente… estaba suspendida en el aire con mis piernas alrededor de su cintura y sin poder poner freno a ese intenso orgasmo que me hizo temblar entera. Sin tiempo a mucho más, Nicolás me sacó del baño aún desnuda y chorreando —en todos los sentidos—, y me colocó en la cama a cuatro patas. Sólo veía mechones de mi cabello mojado tapando parte de mi cara, pegado a mi rostro y a mis labios. Y a Nico arrancando su camisa y disponiéndose a un segundo asalto para mí.

Me penetró desde atrás arrancando un gemido profundo de mi garganta, consiguiendo que mi espalda se arqueara y mi trasero se inclinara aún más pudiendo dar así, mucha más profundidad con su gran falo. Una y otra vez entraba y salía de mí sin darme ningún descanso. Ni una sola palabra. Jadeos descompasados y desgarradores, gruñidos agudos por mi parte y varoniles por la suya. Fluidos, sudor, agua y sabor a whisky en los labios. Un gruñido final, la sensación de su semen descendiendo por mi pierna hasta descansar en el colchón. El cuerpo de Nico encima de mí sin haberme percatado si quiera de haber adoptado aquella posición y un nuevo combate entre su cuerpo y el mío.

Un buen viaje de negocios con lo peor de la oficina.


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